09 junio 2011

Paris Review entrevista a John Cheever



He escogido algunos fragmentos de la entrevista a John Cheever que publicó en 1976 el París Review. Esta y otras entrevistas están compiladas en una selección a cargo de Ignacio Echeverría. Cheever está muy bien y su obra es mucho más que su relato El Nadador, esa historia en la que el personaje principal vuelve a casa a través de las piscinas de los vecinos.
Cheever era alguien profundamente inseguro. Se sabe de sus diarios que cuando faltaba aún un mes para la publicación de su primera novela, Crónica de los Wapshot, se sentía tan ansioso por la reacción del público y de la crítica que escribió mentalmente durante ese mes todas las reseñas posibles e imaginarias. Para estar prevenido ante cualquier contratiempo. Voy a transcribir algunas preguntas y respuestas que me gustan de la entrevista (que no el diario). Voy a hacerlo ahora:



E.: ¿Creen su familia o amigos a menudo que aparecen en sus libros?

J.CH.: Sólo (y creo que todos piensan lo mismo) en un sentido de desprestigio. Si pones a alguien con un audífono, asumen que los has descrito... aunque el personaje puede ser de otro país y tener un papel completamente distinto. Si pones a gente enfermiza o torpe o imperfecta en algún sentido, se identifican inmediatamente. Pero si pones gente hermosa, nunca se sienten identificados. La gente siempre está más dispuesta a criticarse que a hablar bien de sí misma, sobre todo la gente que lee ficción. No sé cuál es el vínculo que establecen. Por ejemplo, me ha pasado que una mujer cruzara un gran salón de actor para decirme: "¿Por qué escribió una historia sobre mí?". Y yo intentando averiguar qué historia había escrito. Bueno, al parecer diez relatos atrás mencioné a alguien con los ojos rojos; ella se percató de que tenía los ojos inyectados en sangre ese día y por tanto asumió que la había tomado de modelo.


E.: ¿Qué viene primero, la trama?

J.CH.: No trabajo con tramas. Trabajo con la intuición, la percepción, lo sueños, los conceptos. Los personajes y los sucesos me llegan simultáneamente. La trama implica narrativa y un montón de mierda. Es un intento calculado de retener el interés del lector sacrificando las convicciones morales. Claro que uno no quiere ser aburrido... uno necesita un elemento de suspense. Pero una buena narrativa es una estructura rudimentaria, se parece bastante a un riñón.


E.: ¿Cómo era escribir relatos para The New Yorker en aquella época [John Cheever tenía 22 años]? ¿Quién era el editor de ficción?

J. CH.: Wolcott Gibbs fue editor de ficción muy poco tiempo, y luego vino Gus Lobrano. Lo conocí muy bien; íbamos juntos a pescar. Y por supuesto estaba Harold Ross, que era difícil, pero me encantaba. Hacía preguntas absurdas sobre el manuscrito, hacía como unas treinta y seis preguntas sobre un relato. Al autor siempre le resultaba indignante, una violación de su gusto, pero a Ross realmente no le importaba. Le gustaba mostrar las cartas, sacudir al escritor. De vez en cuando era brillante. En "The Enormous Radio" hizo dos cambios. Se encuentra un diamante en el suelo después de una fiesta. El hombre dice: "Véndelo, nos vendrán bien unos pocos dólares". Ross cambió "dólares" por "pavos", que era absolutamente perfecto, brillante. Luego había puesto "la radio empezó a oírse bajito" y Ross añadió otro "bajito". "La radio empezó a oírse bajito bajito". Tenía toda la razón. Pero luego había otras veintinueve sugerencias como: "Ya han pasado veinticuatro horas desde que empezó esta historia y nadie ha comido nada. No hay ninguna mención a la comida".


E.: ¿Cuál sería la definición de un buen editor?

J.CH.: Mi definición de un buen editor es la de un hombre que me parece encantador, que me envía cheques de sumas elevadas, alaba mi obra, mi belleza física y mis proezas sexuales y que tiene dominada a la editorial y al banco.


E.: ¿Cómo sabe cuándo la obra literaria está terminada y le satisface?

J.CH.: Nunca he acabado nada en mi vida que me proporcionara una satisfacción absoluta y duradera.




Entrevistas, The Paris Review


1 comentario:

  1. Leí hace tiempo esa entrevista en inglés en la página del Paris Review. La de Robert Frost tampoco tiene precio. O la de Faulkner. Échenles un ojo, y vean lo que es una entrevista en condiciones.

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