02 noviembre 2008

Maniobras de escapismo I

[Fragmento HA 3B,1]
[Aunque la localización sea real, todo el contenido de esta entrada es ficticio]


PanAndEros
Industria y creación contemporánea

Pastelería Delirio tiene el honor de invitarle al encuentro PanAndEros que tendrá lugar el día 1 de noviembre a partir de las 20h con motivo de la inauguración de su nueva sede.


Es un lugar muy triste que ha prohibido los héroes y las canciones de amor; y la perversión y el terror se disputan las ropas con que me vestiré. Mamá, ¿por qué lo hiciste? O tal vez sea más correcto preguntarte por qué me escupiste a la cara tu humo de cigarrillo cuando yo aún estaba en el cochecito; por qué esa escuela de jesuitas y judíos, o todas las tardes en casa de la tía Roxane, que ni siquiera era una tía, sino una puta, cocainómana alemana, ex-convicta; o por qué, me pregunto, yo era el único que no tenía padre y sí tantas madres y furcias a mi alrededor, y esos amigos impostados con los que estaba obligado a jugar al lego, y después a las cabañas, a los indios, mazmorras y dragones, los médicos, yo qué sé; pero por qué.
La fábrica era un edificio moderno con sillería, polímeros y aceros. Había luces multicolor proyectadas sobre la fachada que presentían la fiesta, y sin embargo frío en el polígono, coches tuneados con música tecno (una sesión exclusiva de Richie Hawtin, Jeff Mills ha muerto), brisa, respiraciones, un amigo: Luca. Luca me había dicho: vamos a la fiesta de PanAndEros, vamos, sal de casa, vuelve a salir de feto de tu habitación, sal, sal de una vez: te voy a buscar a las ocho. Es importante para tu carrera, dijo, que estés entre los artistas, los literatos; y que olvides a Julia. Inauguran una fábrica de pasteles y habrá obras conceptuales, performances, lecturas: el arte por un día habrá conquistado esa fábrica. Lo pasaremos bien.
O no.
Su Seat Ibiza tenía una pegatina de Superman en el salpicadero: señal de que sí, lo íbamos a pasar bien. La dirección asistida nos ayudó a aparcar entre dos contenedores del polígono industrial Montalvo II. Apestaba. El suelo asfaltado cubierto de grava daba la feliz sensación de estar pisando nieve. Pero no. Era porquería.
Había tanta gente en la entrada de la fábrica que en seguida me perdí. Me dejé llevar por el gentío y debí tomar la dirección equivocada. De pronto me encontre entre un grupo de personas en principio adultas, abrigadas y casadas: el equilibrio entre hombres y mujeres era perfecto; también había niños. Quién eres tú, me preguntó una dama perniciosa, por encima de los sesenta, fea. NO LO SÉ, le dije y encendí un pitillo. No se puede fumar, me dijo ella escandalizada. Apagué el pitillo. Había perdido a Luca.
¿Encontraría a Luca? Él había prometido artistas y escritores, actuaciones poéticas, conciertos; también estaban anunciadas en el folleto todas esas cosas. Debí entrar por la puerta equivocada, pues aquello no tenía pinta ni de fiesta ni de furor creativo. Un señor hacía de guía. Aquí tenéis los aseos, amplios, bien acabados con mármol de ferrara, dijo, y hubo voces de admiración, los niños gritaban. No estaban mal los aseos, tenía razón. Luego pasamos a la sala de juntas. Más voces de admiración. La sala de las secretarias. Gritos, entusiasmo. ¿Dónde están los poetas?, le pregunté a la señora que me había prohibido fumar. ¡En el piso de abajo!, me gritó. ¿Y las escaleras para bajar?, le pregunté. Impertinente, me dijo. Abandoné a la comitiva y tras dar unas vueltas a ciegas encontré las escaleras y las bajé y claro, pensé que vivimos demasiado poco en las escaleras y en los pasillos; nos gustan los huecos, los lugares donde, por fin, detenernos.
Te quiero como las nubes, frentes melancólicas que sostienen el cielo. No, no te quiero como las nubes, sino como los retretes o los besos dados en un bar, no te quiero como la televisión una tarde de domingo, como un ruido de tubo de escape; no te quiero como las piscinas demasiado frías, ni como las bragas de ositos; NO TE QUIERO como los estandartes en la guerra, ni como los platos de judías (mamá, ¿por qué tantos platos de judías, por qué tanta coliflor?). Porque ella estaba allí. Cuando bajé las escaleras, solo, en busca de la fiesta, vi el perfil de Julia moverse bajo las luces multicolor y desaparecer entre la bruma, o ni siquiera entre la bruma: las esquinas, sencillamente.
Luca me hizo una señal desde lejos. ¿Dónde estabas?, me dijo, la fiesta es aquí abajo, en el muelle de carga. Allí arriba sólo están las oficinas de la fábrica, dijo. Personas conocidas me miraban y pasaban de largo, o si no pasaban de largo me miraban más tiempo del necesario pero callaban. Quizá me habían olvidado. O quizá yo las había olvidado a ellas, todos nos habíamos olvidado y ya no era necesario saludarnos. ¿Entramos?, me dijo Luca, aquí hace frío. Y es cierto, él estaba tiritando y cuando me miré las manos me di cuenta de que eran blancas, de que las líneas se las había tragado el frío; y las uñas podrían haber sido bonitas si no las hubiera mordido tanto, y mi vida podría haber sido bonita si no la hubiera masticado tanto, o viceversa, si no la hubiera tragado tan de golpe, sin consciencia de sus signos o de su absurdo sentido de la felicidad.
(...)


Love of Lesbian - Mi primera combustión

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