03 febrero 2009

Suburban empty movie IV

[Fragmento HA 2,?]

(Viene de III...)
- ¿De qué trabajas? -preguntó Arturo, y la chica casi explotó en su cara. Se puso a hablar en turco con la otra chica y con Halil. Los tres se rieron. Arturo los miraba con la mano en el vaso de cerveza vacío. Comprendió que estaba en un prostíbulo.
- Perdona -dijo. Nada que hacer. La gorda se puso cariñosa. Una mano sobre el brazo, un rasguño de sus uñas afiladas, ven hacia mí o bésame. 
Arturo se apartó.
- Me quiero marchar.
Halil interrumpió sus maniobras bélicas.
- ¿Qué?
- Me quiero marchar.
- My friend... Si lo estamos pasando bien.
- No.
- La tienes en el bote.
- ¿Eh?
- A la chica, la tienes en el bote.
- Que no. Pide la cuenta.
Halil hizo un gesto de desprecio y se puso a hablarle al oído a su chica, a contarle historias de la guerra con Armenia o de las extrañas y exuberantes curvas de la Capadocia. Arturo llamó al camarero, que había estado sirviendo sin cesar champán turco por doquier. 
- La cuenta.
- Sí señor.
- ¿Te vas? -preguntó la gorda y puso una cara deliberadamente triste y expresivamente pobre en matices - Si tengo muchas ganas de estar contigo...
Pero Arturo pensaba en Guillermo, en qué estaría haciendo en la otra punta de la ciudad. En si estaría tumbado en la cama, penando por él, preocupado, fijando los ojos en el techo, en el ventilador vibrante; o en si estaría de pie, callejeando, hundiéndose en la miseria de un siglo sin druidas. 
- My friend, no te vayas -dijo Halil sin convicción, y llegó el camarero con la cuenta.
1200 liras. Algo así como 600 euros.
- ¿Qué es esto? -preguntó Arturo.
- La cuenta -dijo Halil cogiendo la cintura de la chica.
- ¿600 euros?
- Eso parece.
- ¡No puede ser! Debe de tratarse de un error.
- ¿Cómo?
- Pero si sólo he bebido una cerveza.
- ¿Y el champán turco? -dijo Halil.
- ¡Lo ha bebido esta tía!
- Pero lo pagas tú.
- No puedo pagarlo.
- ¡Ja ja! ¿Cómo que no?
- No tengo tanto dinero. No... no es posible.
- ¿Quién lo pagará entonces? -Halil miró a su alrededor obscenamente.
- Vosotros -Arturo estaba a punto de llorar-. Déjame pasar gorda estúpida.
Pasó por encima de la puta y fue hacia la puerta. De las sombras surgieron dos hombres que lo cogieron por los brazos y le susurraron al oído recomendaciones en turco. Halil se había levantado.
- Dejádle.
- ¿Qué es esto? -preguntó Arturo.
- Quizá podamos arreglarlo -dijo Halil.
- Yo no puedo pagar tanto... Yo soy un estudiante, yo...
- Calla -Halil habló en turco con los tipos. Las putas se tocaban el pelo con la punta de los dedos, fruncían los labios manchados de champán, en las mesas había reflejos de otras caras, vestigios de llamas antiguas apagadas por la furia incesante de las tormentas, hechas pedazos, machacadas por el peso variable de la lascivia. 
- Dicen que hables con el gerente -dijo Halil.
- ¿Qué gerente?
- Está ahí -y señaló una puerta y entre todos empujaron a Arturo contra la puerta, que se abrió sin chirriar, mostrando un cubículo donde un ser antropófago se balanceaba. Se cerró la puerta y Arturo se quedó solo con el gerente, con su bigote y sus afanosas respiraciones enquistadas.
- ¿Qué pasa aquí, my friend? -dijo el gerente.
- No puedo pagar, es demasiado caro. ¡No he bebido más que una cerveza!
No se podía saber si el gerente se reía o sencillamente respiraba con fuerza para mantener su riego sanguíneo intacto. Movió una mano sobre la mesa y la posó sobre unos papeles. Se los tendió a Arturo
- ¿Qué es esto?
- La lista de nuestros precios.

Cerveza 40 liras
Copa de champán turco, 250 liras

- No... no lo sabía. Me invitó...
- ¿Quién?
- Halil.
- No conozco a ningún Halil.
- ...
- Veo que no sabes nada de clubes nocturnos.
- No, yo...
- Tendrás que pagar si quieres marcharte... vivo. 
Tosió, carraspeó y se alisó el pelo con la mano grasienta. Ese ser no tenía cuello, no había distancia entre su nariz y su boca, debía de alimentarse de hierba y otros abonos. Arturo se levantó y corrió hacia la puerta, pero los maromos lo esperaban y lo cogieron y lo voltearon y le apretaron el brazo contra la espalda.
- ¡Dejadme salir!
Las putas miraban la escena. Estaban de pie, en medio de la pista de baile. Habían encendido cigarrillos que brillaban y la bola de cristal proyectaba luces como disparos contra sus pechos escotados, secretos volubles, museos bajo previo pago, esculturas arcaicas de la ciudad de Éfeso, mal talladas, votivas, vestálicas. Putas zorras baratas. En el principio sólo hubo oscuridad. Se hizo la luz. Y en el final sólo habrá oscuridad.


The Cars - Drive


1 comentario:

  1. Joder. Desde que esto es novela negra cada vez quiero ir menos a Estambul...

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