26 noviembre 2008

Aeropuerto

[Fragmento HA 4,1]

Una voz.
- ¿Eh? ¿Qué?
- Oiga. -La voz era dulce.
Me incorporé. Subieron mis gafas hasta los ojos. Traté de ver. Vi una sonrisa, un cuerpo helénico de curva diáfana, pechos sencillos como cucharas rellenas, pero también un cuerpo viejo de arpa sin música y caracola sin agua. Sabía que vendrías a hablarme, que por un momento nuestras carnes avivarían su fuego y estarían tan cerca y nos perdonaríamos. Pero no era ella. Ella nunca me perdonaría.
- No lograba encontrarle. ¿Es usted Enrique Bauer?
- Cuando estoy despierto, sí
Risa entre dientes. No le había hecho gracia. Hay cejas amargas, los reproches se enclaustraban en su cara y no parecía contemporánea. Vestía con precaución y cuando se levantaba parecía un ciprés ensimismado. Basta de poesía. Dijo:
- Soy de la delegación. He venido a buscarlo para llevarlo a Portbou.
- Vaya. Pero aún no he desayunado. Permítame tomar algo antes.
- Está bien. -dijo.
Me levanté y caminamos un poco. Ella me siguió y miró mi espalda, el olor valiente de mi cuerpo, maduro, que incendiaba la tranquilidad de la sala de espera. Basta de poesía. Mientras andábamos traté de ponerme a su altura, pero ella siempre se retrasaba un poco y me seguía por detrás, observándome.
Era domingo. En el aeropuerto la gente se movía con sus maletas o estaba quieta haciendo cola. Judíos, italianos, anglosajones. Era un pequeño imperio, el viejo sueño de Roma aún existe en los aeropuertos. ¿Pero quién es el Emperador? Un avión se alzaba tras las ventanas. 
Nos acomodamos en una mesa y reclamé una palmera de chocolate y un zumo. Mi acompañante no quiso tomar nada. Me miraba. Sus piernas estaban muy juntas. La sangre.
- Se alojará en un pequeño hotel con piscina. Hemos juntado a los escritores en el mismo lugar para que puedan compartir ideas.
- ¿Ideas? -pregunté.
- Ideas de las que ustedes tienen.
- ¿De las que nosotros tenemos? No me interesan las ideas. ¿La habitación es individual?
- Lo es.
- ¿Tiene minibar? ¿Martini?
- No sé.
- Pues debería saberlo. Eso es importante para las ideas. Y para el resto de cosas. Es usted hermosa.
- ¿Cómo?
Se me escapó. El zumo me saciaba y el chocolate coronaba mis expectativas. Con tanta plenitud cómo no amar. No, qué horror, la sangre, la culpa, y la miré como un nadador cansado. Si no fuera así, si las cosas no hubieran ido de aquella manera, la habría tocado, besado. Adorado.
- Que es hermosa. -repetí.
- ¿Pero usted quién se cree?
Estaba a la defensiva, la muy frígida.
- Me gusta lo bello. ¿No se admira por todo esto? -mi brazo amplió su campo de batalla y sus pupilas giraron hacia el techo del aeropuerto y luego hacia la derecha y hacia mis ojos.
- No...
- Pues yo sí, y no sólo eso, también me admiro por su belleza y porque esto parece el Imperio Romano en miniatura, ¿no cree?
- ¿El qué?
- El Imperio Romano.
- Es un aeropuerto.
- ¡Blasfemia! -grité. Se asustó.
- Oiga, no le entiendo. -dijo.
- Permítame que le explique -dije- ¿A usted le gustan los niños?
- ¿Por qué lo pregunta?
- ¿Le gustan?
- Sí.
- ¿Qué pensaría si le dijera que soy un niño?
- Que es bastante viejo para ser un niño.
- ¡Pues debe saber que lo soy! Y muy pequeñito -Junté el índice y el pulgar y los acerqué a su cara, breve dulzura.
- ¿Y qué? -dijo secamente. Fin de su breve dulzura.
- Pues que le voy a contar una historia, ¿Quiere?
- No.
- Yo sí quiero -bebí el último trago de zumo-. Escuche, fruto dulce pero breve: Había una vez una niña de cinco años que acababa de tener un hermano.
- ...
- Esta niña, desde el primer momento quiso quedarse a solas con el bebé. Los padres, inquietos, no entendían por qué la niña insistía tanto en quedarse a solas con su hermano. ¿Qué le parece?
- No sé, siga.
- Pues no me interrumpa. Un día, Los padres accedieron a dejarlos solos. Se escondieron detrás de la puerta para escuchar qué pasaba. Entonces la niña se acercó a la cuna y ¿sabe qué le dijo a su hermano
- No, ¿Qué le dijo?
- Dijo, y preste atención, pues por eso yo soy un niño muy pequeñito, ¿Se lo imagina?
- No.
- Silencio. Somos pocos los maravillosos, ¿sabe usted? -la sangre- La niña le dijo al bebé: "Ahora me lo vas a contar todo, porque a mí ya se me está olvidando.


Florence and the Machines - Dog days

3 comentarios:

  1. Victor, nos quedamos sin ideas o que pasa que tienes que traer a Odradek a escena?Me gusta el texto, aunque la respuesta que he publicado hace referencia al texto anterior.

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  2. I see that you avenge by your indeference, now I realize that my task was useless, I will arise now and go my bed, and I will build a cabin made of fire and anger and despair, into the sole dominion of oblivion, obliterated by your cruel absence.However, death shall have no dominion.

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  3. Es verdad lo que dices de los aeropuertos son una especie de Imperio Romano... Besotes, M.

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