04 noviembre 2008

Maniobras de escapismo IV

[Fragmento HA 3B,4]

Der Ort, wo sie lagen, er hat / einen Namen - er hat / keinen.
Paul Celan

Coged un sobre. En ese sobre estará vuestro futuro. Eso dijo la coordinadora del acto, de la fiesta, el aquelarre, parranda, a la mierda; lo que fuera aquello. La escuché desde lejos, confundido entre la gente para que nadie pudiera reconocerme y culparme y no había enemigos a la vista, aunque las emboscadas no se pueden preveer. Vas por el bosque y sin darte cuenta aparece el guardia forestal de un arbusto y te está apuntando con su fusil automático. Bang! Me moví, arrastrándome contra la pared, hasta llegar a la mesa con el montoncito de sobres cerrados. En este sobre estará tu futuro, repetía un cartel. Cogí uno al azar y me marché de la sala principal en busca de un poco de soledad. Subí al piso de arriba, donde estaban las oficinas y no había gente. Unos jóvenes se drogaban en una sala de juntas. No se fijaron en mí, inexistente también para los que ven los arcanos y las abominaciones, ¡Los diablos, las prostituciones!. Entré en una sala vacía y abrí la carta. Contenía un texto firmado por Vincent. Se trataba de una de las cartas que Van Gogh le había escrito a su hermano Théo.

Si se continúa amando sinceramente lo que es en verdad digno de amor y no se derrocha el amor en cosas insignificantes y nulas e insípidas, se logrará poco a poco, más luz y se llegará a ser más fuerte.

Los ruidos de la fiesta llegaban amortiguados por el cemento; los conductos de refrigeración los escupían en las salas. Vincent tenía razón. Quizá no la tenía. La tenía. Resbalé por la silla y me quedé adormecido. No llegué a roncar (Pero el que prefiere permanecer solo y tranquilamente en la obra y sólo quisiera tener muy pocos amigos, es el que circula con más seguridad entre los hombres y en el mundo). Zzzz. Tuve un sueño. Era pequeño y jugaba al frontón en un patio del distrito XVII, en París. Mi madre me saludaba con la mano desde la ventana y la pelota hacía pic, poc, puc cada vez que rebotaba en la pared. Pic, poc. No importaban las cosas. Sólo el momento de la comida y la cena, pic, poc, que no hubiera verduras o coliflor. Mi madre se asomaba a la ventana y yo también la saludaba con la mano y ella se asomaba cada vez más y me decía algo, y yo no la oía, pic, poc. Se asomaba, se abocaba extrayendo todo su cuerpo, sus cabellos colgaban hacia el abismo, me sonreía y seguía saludándome con la mano, sin dejar de moverla, y se abocaba apoyada en la cornisa y aún no hacía frío ni llovía, ni todas esas cosas tristes de París; me gritaba, movía la mano, más, cada vez más abocándose y ya veía todo su cuerpo, su jersey púrpura que tanto me gustaba; movía la mano se abocaba salía hacia fuera, me gritaba, sonreía; se abocaba, salía como en un parto sin líquido, PIC POC me saludaba, me saludaba y luego perdía el equilibrío. Tres pisos. Reventaba contra el suelo. Poc.
Alguien me tocó el hombro. Era Pablo Scarpa, biógrafo de profesión, alcóholico por lo demás y sujetaba dos copas con sus manos y me miraba en su extraña devastación ocular, sin color, pero con color:
- ¿Qué tal estás, Guillermo?
- Bien.
- Y aparte de bien, ¿Qué tal estás?
- Mal.


Cinematic Orchestra - To build a home

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