19 noviembre 2008

RATATAT II

[Reescritura de un fragmento]


Es la guerra. De tanto gritarles a los reclutas he desarrollado tal fuerza en la mandíbula que me alimento básicamente de huesos y piedras. Ya no soy un hombre, soy algo más. Ya no soy algo más, soy un general. Venga. Tú, recluta, levántate y acompáñame a revisar las trincheras. El recluta tiembla, me mira ahorcado, despeinado, se pone el fusil en la espalda con el mismo y exacto movimiento que hacen las chicas para ponerse el bolso. Te crees que vamos de compra, recluta de mierda, te crees que conmigo iremos al parque de atracciones, boñiga negra de la cabra, salgamos a la trinchera a pegar unos cuantos tiros. Sí, mi general, dice el mariquita. Abrimos la puerta del búnker y los disparos se intensifican, ráfagas, explosiones, sangre por el suelo como cuadros de Pollock y cabezas que vuelan de un lado a otro. Este es nuestro arcoiris, ¿véis que bien?; ahora la cabeza de un chino, más tarde la de un tipo del bronx pasan sobre nosotros. Del blanco al negro y en medio todo ese humo gris; Viva el ejército americano y el águila imperial; vamos recluta, prepara tu fusil. El recluta coge su fusil y lo carga a duras penas. Nos apoyamos contra unos sacos. Yo saco mi pistola, colt del calibre 47, plateada, a juego con mi pitillera. ¿Tienes fuego?, le pregunto al recluta, pero el mozalbete tiembla y llora y se lleva la mano al casco y se encoge de hombros. Saco mi pistola y pego un par de tiros; a ver si hoy acierto un poco. Huele a napalm, ¿lo notas?, el olor de la victoria, le digo al recluta para iniciar algún tipo de conversación; pero el recluta no está por la labor; pega tiros a diestro y siniestro, casi todos al aire. A tomar por culo. Un pájaro muerto cae sobre su cabeza de chorlito. ¡Inútil!, ¡Apunta al enemigo! El recluta empieza a sollozar, empieza a decir cosas sobre su madre y sobre Dios. A mi me da igual todo, soy nihilista, o como se llame, general, me falta un brazo, por si no lo había dicho, ya no amo. Ya no amo. Deducción primera: El Acostumbrarse a las cosas limita la capacidad de sentir (os lo digo a vosotros, que tenéis novia, que siempre camináis por la misma calle, que siempre bebéis la misma puta cerveza). El fuego se intensifica. Las unidades corren por la trinchera, el enemigo nos avasalla. Así estamos, felizmente pegando unos tiros, cuando de pronto cae una granada junto a nosotros. Recluta, le grito, coge la granada que yo carezco de brazo. El recluta deja su fusil, se pone en pie de un salto, mamá mamá repite, y abuela, papá, hermanitos y hermanitas, cuñada novia y mi amor de una noche de verano, balbucea. Coge la puta granada y lánzala al campo de batalla que yo carezo de brazo, le repito. Pero el idiota lo único que hace es arrodillarse, coger la granada y quedarse quieto con ella en la mano. Maldito universitario. Nos miramos. El recluta sostiene la granada en la mano; va a explotar. ¡A qué esperas!, le grito. Pero el recluta mira la granada y luego me mira a mí, de pronto calmado, sereno como un lago en llamas. General y recluta se miran. Entonces él me pregunta: Maestro, ¿es esto la muerte? y justo después... ¡BUM!. Se acabó; hemos muerto. Subimos hacia arriba, se extinguen los colores. En ese momento constato dos cosas. Primera: que el concepto de maestro y alumno es una ilusión estúpida (por lo tanto, rebeláos ante vuestros maestros, destruid la universidad). Segunda: que el mundo prefiere ser desordenado. Por lo tanto declaro ahora y para siempre la absoluta inutilidad de las escobas y todos los otros artefactos de limpieza.

3 comentarios:

  1. Querido Victor, acabo de entrar en tu blog. No he tenido tiempo de leer este post entero. Lo haré mañana cuando esté un poco mas descansada pero quiero que sepas que he escrito un post sobre vosotros hoy en mi blog: http:kikkax.blogspot.com/ Besotes, M.

    ResponderEliminar
  2. Lo acabo de leer y me ha gustado muchísimo. Me he reido de muy buena gana. Qué ridículos son todos los generales y los reclutas. Qué absurda la vida... Besotes, M.

    ResponderEliminar

ShareThis