Ella echaba el café en las tazas mientras decía:
- ¿Te has cansado de mí?
- Pero, Vera, qué susceptible eres. No tiene nada que ver contigo.
- ¿Hay otra?
- No, en ese caso sí tendría que ver contigo.
- Tiene que ver conmigo. Fue a mí a quien no contestaste dos veces y te marchaste sin una palabra.
- Solo tiene que ver conmigo, conmigo y con estos jodidos domingos.
- No digas palabrotas, por favor.
- Sabes muy bien cómo me siento algunos domingos.
- Son los únicos días en que estamos solos.
Él no contestó. Sí, pensó. La miró. Ella lo miró a él.
- No contestas -dijo ella.
- No sirve de nada. Gracias por el café.
Y se levantó.
- Pero si no te lo has tomado.
- Sí, lo he hecho -dijo él.
- Pero Anton, no seas infantil. No te lo has tomado.
- Sí que me lo he tomado.
Kjell Askildsen
Café sin café
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