17 octubre 2010

Lo que la mano ha tomado ni siquiera se digna a tomar la forma de la mano.
Paul Éluard


El otro día sentado, casi tumbado, en un sofá, escuchaba a un amigo hablar sobre comida. Lo único que tengo aquí, dijo, son unas bellotas, dijo, me gustan mucho las bellotas. Se levantó y se acercó a una mesa llena de libros y revistas desordenadas, introdujo la mano en una caja de cartón y sacó un puñado de bellotas que luego nos ofreció. Ni siquiera las he comprado, dijo: un día vi una encina a las afueras de la ciudad y lo escribí en mi mano para no olvidarlo. Sus bellotas aún no habían madurado lo suficiente y tendría que esperar un poco para poder cogerlas. Al cabo de dos semanas supuse que ya habría pasado el tiempo adecuado, así que volví al lugar donde estaba la encina siguiendo las instrucciones que aún seguían escritas en mi mano, porque jamás me lavo las manos y apenas toco cosas que no sean papeles o bolígrafos, de modo que me basta con usar la punta de los dedos, dijo, así que fui al lugar y levanté la cabeza y la encina estaba llena de bellotas maduras y estuve pensando un buen rato en cómo alcanzar las ramas y llevarme unas cuantas bellotas, porque el árbol era grande y alto y yo no podía alcanzarlo. El tronco, rugoso y anudado, me hubiera destrozado la ropa y así estaba, mirando hacia lo alto, cuando me di cuenta de que todo el suelo estaba lleno de bellotas que habían caído, ya del todo maduras, y yo ni las había visto de lo pendiente que estaba de las bellotas que había allí arriba, inalcanzables, ¿entiendes lo que quiero decir? me preguntó, pero yo no contesté. Quiero decir que las bellotas que había en el suelo eran mucho más fáciles de recoger, yo sólo tenía que arrodillarme, más fáciles y más buenas, porque estaban del todo maduras, pero fíjate en cómo tardé en verlas, en cómo nada más llegar lo primero que hice fue quedarme mirando las ramas y tratando de averiguar cómo alcanzar lo inalcanzable, como si estuviésemos todo el rato deseando escalar árboles o cavar fosos sin comprender que lo mejor está bajo nuestros pies y que lo acabamos de pisar sin querer.


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