Martin Amis tiene la virtud de moverse en el complicado límite entre el best-seller y la alta literatura (¿Qué es eso?). A veces lo pienso efectista, cinematográfico y facilón y otras veces lo pienso como lo que es: un escritor lúcido que voluntariamente ha escogido este modo de expresión. Me interesan este tipo de escritores, sobre todo en verano, y pienso que en muchas ocasiones el prejuicio es fácil. Recomiendo un post de El lamento de Portnoy sobre Stephen King y su trabajo metanarrativo, un autor más comercial y denostado.
Por mi parte, como lector asiduo del género ciencia ficción -que también creo muy infravalorado-, no puedo dejar de recomendar una de las mejores novelas que he leído este año: Pórtico (Gateway, 1977), de Frederik Pohl. Nadie habla de ella y nadie la considera ya como claro antecesor e inspiración de otros autores con más prestigio, extraña palabra. Se lee en una tarde y cumple con sus pretensiones, es muy adictiva y su estructura merece un estudio aparte. Eso sí, en España está descatalogada, a pesar de ser una de las pocas novelas que logró ganar en un solo año los principales premios del género: Hugo, Nébula y John W. Campbell Memorial.
Martin Amis a veces -no siempre- limita el desarrollo de la forma para facilitar la lectura de una arquitectura de muy difícil imitación. Un claro ejemplo es Perro Callejero. De esta novela, que no recomiendo, rescato un fragmento que trata sobre la impotencia, siguiendo con la línea claramente sexual de los últimos fragmentos escogidos.
Hay un consejo para eso. No te preocupes. Pero hay también una palabra que define los sentimientos de los demás de un modo perfecto. Desprecio.
Los hombres en el vestuario mirarán con envidia. Se quedarán boquiabiertos de envidia.
Puedes consultar a todos los psiquiatras, a todos los charlatanes y psicólogos o como quieras llamarlos... Es algo que va calando dentro de ti. Que va calando dentro de ti.
Una le dijo que era una mierda en la cama. Otra le dijo que era una mierda follando. Al principio no lo entendió y respondió de la misma manera: las invitaba a volver y a probar de nuevo cuando hubieran perdido un par de toneladas y se hubieran operado el culo. Pero después comenzó a despuntar la comprensión. "¡Oh, qué pequeña la tienes, Clint!", y eso que, para entonces, él ya se había aplicado una mano de Potentium... De guasa, ¿no? Pero más tarde, esa misma noche, le pagaba con la misma moneda: "¡Joder!", le decía a la mujer cuando se quitaba el sujetador, "si tienes un crío, tendrás que emborracharlo para que se acerque a ese pecho tan pequeño". Al cabo de un minuto de juegos amorosos, ella le pedía: "¡Ay! ¡Quítate el anillo, por favor!". Y Clint le contestaba, "¿El anillo? ¿Qué anillo? ¡Es mi reloj!". Pero la comprensión empezaba a calar en él. Vamos, ríete, estaba ya murmurando mientras se soltaba el cinturón. Ríete todo lo que quieras. Pero ellas no se reían. Le decían: "Lo lamento, amor, pero no consigo sentirte dentro". O: "No puedo sentirte, Clint. Lo intento, pero no estás ahí". ¡No estaba allí! Esos insectos microscópicos llamados ladillas por lo menos muerden. Pero... ¿y Clint? Ni mordía ni se le notaba. Simplemente, no estaba allí. ¿Dónde estaba si no estaba allí?
Los hombres del vestuario masculino se quedarían boquiabiertos de envidia, se asombrarían de envidia. Había una palabra para eso: desprecio.
Tienes 125 mensajes en el ordenador: la mitad de ellos ofreciéndote vírgenes desvirgadas y abuelas preñadas; la otra mitad con ofertas de productos y estrategias para aumentar el tamaño del pene. Clint los había probado todos.
Satisface el reto de cualquier mujer... Tendrás absoluto dominio en todo momento..., mantendrá tu secreto..., descubierto por el doctor Trofim Frenkel, especialista en medicina... procurar el máximo rendimiento... de su potencial... hierbas procedentes de Polinesia... "me siento muy satisfecho de mí mismo" (P.L., Alemania)..., aromas naturales que transforman a las mujeres en..., 55 millones de consumidores satisfechos..., montaje del émbolo..., muelle de carga fijo..., mecanismo de gatillo para la aplicación..., "el mío mide ya treinta centímetros, pero aspiro a conseguir los treinta y cinco" (R.B. Estados Unidos).
Pero... ¿por qué detenerse ahí, compañero? ¿Por qué no llegar a los setenta centímetros? ¿Por qué no hasta el metro cuarenta? Seríamos entonces como los hombres de las estaciones de servicio de la Esso, con sus boquillas de acero, los números subiendo sin parar, los goterones de sudor de coche...
Perro Callejero, Martin Amis
o, qué bonita la tienes... eso también da que pensar.
ResponderEliminarPórtico es un Clásico Con Mayúsculas. Tienes razón, merece ser recuperada como merece.
ResponderEliminarEs cierto que en verano apetecen lecturas más ligeras. A mí me encanta en estas fechas leer a Highsmith, Capote, Gógol, etc.
ResponderEliminarJoder, me has recordado Pórtico, leí sólo el primer tomo y me quedé con la intriga de los artefactos heechees y demás, buscaré las otras partes (espero que sean más fáciles de conseguir que la primera).
Y ya me estoy enrollando cuando en realidad sólo escribía para recomendar un libro perfecto para el verano que leí hace unas semanas. Se trata de “La memoria del Tiburón” de Steven Hall. Si alguien se anima recomiendo NO leer sinopsis. Desde luego no es un libro de esos que te cambian, de hecho roza la frontera del best seller, pero está escrito con imaginación y eso siempre se agradece.
Saludooo
Ruth
Hola a todos,
ResponderEliminarLeí la segunda y la tercera parte de Pórtico. Van a menos y quizá la gracia radica precisamente en no saber nunca nada de los Heechees y su civilización. No me gustaron tanto. La tercera, de hecho, no me gustó en absoluto. Tendré en cuenta tu recomendación, Ruth, gracias! Y Portnoy, espero noticias de pórtico en tu blog. Un abrazo!
La buscare y la leeré. Al menos esta vez no quedé traumatizada.
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