Desde que conocí a Georges Perec he sentido predilección por las listas y, efectivamente, es muy probable que abriera este blog hace cinco años sólo con la intención final de elaborar listas y buscar novia. Pero olvidé lo primero y no hice jamás una sola lista. Sin embargo, este año he hecho el esfuerzo por conocer los blogs del así llamado Mundo Literario™, y he descubierto que existe la misma pulsión secreta por las listas. Así que yo también voy a hacerlo, pero con algunas reglas. En mi lista no aparecerá ningún amigo ni conocido, y tampoco aparecerá ningún libro de ninguna editorial con la que haya tenido o tenga contacto actualmente. Los motivos son más que evidentes y espero no ofender a nadie: es lo justo. Me centraré en los mejores libros que he leído (o releído) este año en cuanto a literatura se refiere, aquellos que me parecen imprescindibles y perdurables, los que en mi opinión no van a morir nunca o tardarán mucho tiempo en hacerlo.
- Satiricón, de Petronio: El dato más curioso de esta obra escrita en el siglo I d.C. es que sólo queda una décima parte del texto original; aún así sigue pareciéndome un libro supremo y no dejo de lamentarme por la terrible pérdida para la humanidad que ha supuesto el extravío de las otras partes. Es el primer ejemplo de novela picaresca en la literatura europea y, sin duda, uno de los libros más divertidos, poderosos y originales que he leído nunca. Suele pensarse a la literatura antigua como algo lejano y sin interés, pero esta es una opinión ignorante y equivocada, como ya he dicho otras veces aquí. Pocas obras son tan rigurosamente postmodernas como esta, tan rigurosamente actuales y, aún así, atemporales. Imprescindible desde todos los puntos de vista, tanto que me abstengo de añadir un resumen. Si pudiera, os obligaría a leerla. Dos obras anexas que la completan: Fellini llevó al cine la parte central de lo que queda de ella, el famoso banquete de Trimalción, y Marcel Schwob escribió un fabuloso biopic semi inventado de Petronio en Vidas Imaginarias.
- Vidas Imaginarias, de Marcel Schwob: Fue el primer libro que leí este año. Me lo regalaron por navidad y creo que lo leí entero el 1 de enero. De modo que entra en esta lista. Schwob escribe pequeñas biografías imaginarias de personajes históricos de los que se sabe muy poco (entre ellos, del propio Petronio). A cada personaje le dedica alrededor de cinco folios, y se centra exclusivamente en narrar un episodio concreto y destacado de su vida a partir de fuentes dudosas o incompletas. Una maravilla de la imaginación al servicio de un rigor histórico expoliado. Me cayó una lágrima cuando leí el relato dedicado a Lucrecio.
- Ruido de Fondo, de Don Delillo: Durante mi traslado a Barcelona, olvidé sin querer este libro en Salamanca. Mi anterior compañero de piso, Ben Clark, lo custodia celosamente y lo lee con fervor mientras espera mi regreso. Cuenta la historia de Jack Gladney, un profesor universitario experto en Hitler, y su familia. Una nube de gas tóxico amenaza la tranquila comunidad en la que viven y provoca su evacuación. Fabuloso retrato tragicómico de la vida burguesa de la clase media estadounidense. Mezcla de costumbrismo y ciencia ficción, es una excelente novela híbrida precursora de la obra de autores posteriores como D. Foster Wallace. Hay que ir con cuidado con Delillo porque es capaz de lo mejor y de lo peor, tal y como me demostró la lectura de El hombre del salto, una espantosa novela sobre el 11-S. Pero no es el caso de este libro.
- Dinero, de Martin Amis: Empecé a leer Dinero mientras era becario en La Vanguardia. Un redactor de la sección de Política quiso convencerme de lo antipático e insufrible que es Martin Amis, y durante unas horas leí este libro completamente condicionado. Pero al adentrarme en la historia de John Self -genial y arquetípico nombre de personaje- comprendí que estaba ante una obra maestra. John Self es un hombre asquerosamente rico, ignorante y putero, adorador de la comida rápida y la bebida, que va a producir su primer largometraje -hasta el momento se ha dedicado a la publicidad y los videoclips-. A través de su mirada descubrimos lo peor de la industria del cine, de la vida de los nuevos ricos, y de dos ciudades como Nueva York y Londres. Me parece una muestra de virtuosismo narrativo sin igual que el lector termine por querer y por compadecer a un personaje tan repugnante. Muy divertida y plagada de fragmentos y reflexiones brillantes.
- Pornografía, de Witold Gombrowicz: El año pasado descubrí a este autor y tuve oportunidad de leer casi todas sus obras, exceptuando su mítico Diario. Es, sin duda, uno de mi autores favoritos, y celebro poder leerlo en castellano sabiendo que él participó en la propia traducción de sus libros. Es un maestro de lo grotesco y de la forma. En mi opinión, uno de los autores más originales del siglo XX. Un autor con voz propia, uno de esos que reconoces enseguida porque nadie escribe como él -eso ocurre con muy poca gente-. Resumir este libro es difícil. Yo creo que habla de lo puro y lo profano, como el cuadro de Tiziano. Witold y su amigo Fryderick pasan unos días en un caserón rural, obsesionados con dos adolescentes impúberes. A lo largo de toda la novela intentan juntarlos sexualmente y corromperlos. Es obsesiva, delirante y muy desconcertante. Eso es algo que exijo de las buenas novelas: que no sean previsibles, por favor, y que digan las cosas como nadie las ha dicho nunca. Gracias.
- El bosque de la noche, de Djuna Barnes: No sabía si incluir este libro en la lista. No sé si me gusta o si lo detesto. Pienso que es una novela espantosa en cuanto a estructura, de hecho ni siquiera me parece una novela, sino más bien un poema o un canto general. Pero lo selecciono porque Barnes es una virtuosa del lirismo. No he leído a nadie hasta la fecha con una prosa tan poética y original -quizá se parezca a Virginia Woolf-, pero creo que debe estar aquí porque leer este libro implica conocer por fin lo que es la capacidad lírica expresada en toda su majestuosidad y fuerza. Ya estoy cansado de que me recomienden novelas supuestamente poderosas en el apartado lírico y formal, y que luego resultan ser espantosas basuras plagadas de metáforas sin interés. De un autor espero un dominio completo de todos los registros o, en su defecto, exijo que no intente adentrarse en territorios que no conoce. Si queréis leer algo realmente bueno en cuanto a prosa poética se refiere, este es el libro. Un apunte: Djuna aparece en la última película de Woody Allen bailando, y el guión ni siquiera le concede una sola frase. Eso me resultó insultante.
- Papillon, de Henri Charrière: Es el último libro que he leído. Existe una diferencia básica entre este autor y el resto de los mencionados en la lista: no es un escritor de profesión. Henri Charrière escribió Papillon para contar su vida, de modo que es un libro autobiográfico y no se puede esperar de él ningún virtuosismo constructivo ni formal. Pero qué vida tuvo este hombre, por Dios, qué testimonio más terrible. Fue condenado a cadena perpetua en 1931 y trasladado a una penitenciaría en la Guayana Francesa. Allí se fugó y recorrió como un prófugo parte del norte de latinoamérica, hasta que volvió a ser encarcelado. Es, por decirlo así, una novela de aventuras. Una descripción minuciosa de la vida en las cárceles coloniales, de la dureza extrema de esa vida. También es un libro que habla sobre el honor y la justicia, que rescata la memoria salvaje de los indios y la brutalidad de los colonos. Fabuloso para estar entretenido unos cuantos días leyendo algo que, a pesar de ser real, parece imposible que haya ocurrido.
- Opiniones del gato Murr, de E.T.A. Hoffmann: Aquí hago una excepción honrosa a las condiciones que puse al principio, porque tras leer el libro descubrí que conocía a su traductor, Carlos Fortea, decano de la facultad de traducción de la Universidad de Salamanca. Sin duda, como ocurre con cualquier libro traducido -y por lo tanto con todos los que ya he mencionado-, gran parte del mérito es del propio traductor, y es conveniente señalar aquí su importancia tantas veces menoscabada en pos del autor. Este libro es difícil de describir, pero sin duda es una pieza precursora de cierta literatura muy en boga hoy en día: fragmentaria, metaliteraria, etc... una prueba más de que lo que hoy se llama original y nuevo, no es ni original, ni nuevo. Opiniones del gato Murr es una doble narración. Por una parte cuenta la vida de ese gato, y por otra parte cuenta las desventuras de Johannes Kreisler, maestro de capilla de principios del siglo XIX. La premisa es esta: Se supone que ambas narraciones se superponen la una a la otra porque ese gato escribió su libro sobre otro libro ya escrito. Es como si yo escribiera una novela sobre las páginas de otra novela ya impresa y publicada, quedando así una doble novela en un mismo libro. Esto permite jugar con lo fragmentario, porque evidentemente los fragmentos escritos por el gato, solapan los fragmentos escritos por el maestro de capilla y, a la vez, los completan por ser narrativamente contemporáneos. ¿No es una idea genial? ¿No merece contarse como rigurosamente rompedora esa estructura narrativa? Por lo demás, el libro es muy bueno. El gato, por supuesto, es un gato instruido que sabe escribir, y su parte configura un Bildungsroman en toda regla. La parte del maestro de capilla configura una historia de pasiones y desventuras. Obra romántica.
- El gran Cuaderno, de Agota Kristof: Este año, un crítico rescató en su blog esta obra de Agota Kristof, poco conocida en España. Tal y como ocurre con las buenas novelas, otros críticos leyeron este libro y hablaron de él, a pesar de haber sido escrito hace ya treinta años. Lo que se conoce por boca a boca, lo que en realidad es una condición básica para que un libro tenga éxito y perdure. El Gran Cuaderno es la narración escrita por dos hermanos que, debido a una guerra, pierden a su madre y pasan su infancia con una abuela cascarrabias. En pequeños capítulos, con prosa sencilla y limpia, Klaus y Lucas describen el día a día con su abuela. Lo importante de este libro no puedo desvelarlo y sólo puede descubrirse leyendo su segunda parte, La prueba. Sólo diré que es una obra maestra de la metaliteratura, y que detrás de una narración en apariencia simple, se esconde un problema esencial de índole teórica: el problema de la veracidad del narrador.
- La Calera, de Thomas Bernhard: Décimo y último libro de esta lista. Adoro a Bernhard, adoro sus repeticiones constantes, la supresión voluntaria de pronombres, ese ritmo que te conduce enloquecidamente a través de frases larguísimas e imposibles. La Calera narra la historia de un hombre que se ha aislado con su mujer paralítica del resto del mundo. Este hombre tiene en la cabeza escribir un estudio sobre el oído, pero nunca lo escribe. La Calera es un monólogo interior aberrante, desquiciante y terrible sobre la imposibilidad de todo, sobre la soledad, la autodestrucción y el fracaso. Os aviso: Bernhard es capaz de dar vueltas y más vueltas sobre un mismo tema, sobre el hecho más diminuto, páginas y páginas de repetición y obsesión que no hacen otra cosa que mostrar de la manera más excepcional la mente perturbada de su personaje. Impresionante.
Bien, esta es mi lista de las mejores lecturas de 2011. Pienso que las diez obras reseñadas son imprescindibles: no pueden no ser leídas y, gusten o no, tras su lectura uno debe reconocer que tienen vocación de eternidad: son clásicos. Otra cosa es que nosotros, tan ocupados en perder el tiempo con lo contemporáneo y fugaz, terminemos por olvidarlas. Si eso ocurre, será una vergüenza. De todas formas, comprendo que mucha gente en este país tenga que dedicarle tiempo a sus amigos, de lo contrario nadie los leería. Espero que a partir de esta aproximación alguien pueda pasar, por lo menos, un buen rato de lectura. Feliz navidad.
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