[Un recuerdo verídico del paso por el Liceo Italiano.
Fueron años felices que recuerdo con nostalgia]
Mi cabeza en el retrete. Me levanto y me enjuago la boca. Algo ha funcionado mal esta mañana. Salgo del baño y aquí estoy, en el Liceo Italiano, y esto soy, un tipo mayor, pelo gris, espalda firme, una especie de agujero en medio de la frente, algo que me hice siendo pequeño y que no recuerdo ya. Cuando entro en clase los alumnos se ponen de pie. Apenas hay cinco personas, del resto ni rastro. Media clase está vacía, los pupitres limpios y colocados en fila; todos mis alumnos se han reunido en el lado derecho. Están juntos y miran al frente esperando a que les de la señal para que se sienten. Doy la señal.
- ¿Dónde están los demás?
Mis alumnos se miran entre sí, no entienden.
- Los que faltan, ¿dónde están?
Molinari toma la palabra:
- No falta nadie, profesor. Estamos todos.
- ¿Perdón?
- Que no falta nadie.
- ¿Y estos pupitres vacíos? Faltan seis personas por lo menos, que yo recuerde.
- Se está confundiendo, profesor.
- ¿Confundiendo? ¿Qué clase es esta?
- Cuarta liceo.
Abro el registro y busco el listado de nombres de mis alumnos. En cuarta liceo no son cinco, sino once los que deberían estar presentes.
- Faltan seis personas -replico.
Mis alumnos se miran entre sí inquietos.
- ¿Dónde están?
- Profesor -insiste Molinari-. Le digo que no falta nadie, que estamos todos, los cinco.
- Pero bueno, Molinari, ¿y entonces cómo explica usted que en el registro aparezcan once alumnos?
Se encoge de hombres.
- Siempre hemos sido cinco, profesor.
Levanto la vista y lo contemplo con desazón.
- El otro día ustedes eran once. ¿Donde está Lucia Bassani? ¿Y Marco Grossi?
- ...
- ¿Dónde están?
- No sé de que nos está hablando, profesor. ¿Quiénes dice?
- Lucia Bassani, Marco Grossi, Francesco Mirlo, todos ellos no están y deberían estar aquí sentados.
- ¿Sentados donde?
- En los pupitres que han quedado libres.
- Pues no lo entiendo, profesor -contesta Molinari.
- ¿Qué es lo que no entiende usted?
- Lo que nos está diciendo -se dirige a sus compañeros-: ¿Alguno conoce a una tal Lucia Bassani? ¿A un tal Marco Grillo?
- Ni idea -dice uno.
- ¿Quiénes son? -pregunta otro.
- ¿Me están tomando el pelo? Yo los recuerdo perfectamente -replico.
- Pues no, profesor, me temo que está usted equivocado.
- ¿Perdón? ¿Cómo voy a estar equivocado?
- Las personas que está mencionando no han estado nunca en nuestra clase. Nosotros no los conocemos.
Asienten en grupo. Murmullos.
- ¿No han existido?
- No, profesor -dice otro-. No sabemos quiénes son.
- ¡Pero si están en el libro del registro!
- El libro del registro puede estar perfectamente equivocado, profesor.
- ¿Y mi memoria? ¿Puede estar mi memoria perfectamente equivocada?
- Eso parece, profesor.
- Pero...
- No. Estas personas de las que usted habla nunca han sido compañeros nuestros.
- ¿Y los pupitres vacíos?
- ¿Qué pupitres vacíos?
- ¡Estos pupitres vacíos! -señalo los pupitres vacíos.
- No sé a qué se refiere, profesor.
- ¡A los pupitres vacíos que hay a vuestra izquierda!
- ¿Qué pasa con ellos?
- ¡Pues que son los pupitres en los que estaban sentados el otro día la señorita Bassani, Grossi y compañía!
- No, no.
- Bueno, ya está bien de bromas. ¿Dónde se han metido?
- Es que no...
- ¿Dónde demonios se han metido?
- Escuche, profes...
- ¡Cállense ya! ¿Me quieren hacer creer que no hay más gente en esta clase que la que veo ahora?
- ... Pues sí.
(Reporte disciplinar: Media clase está ausente. La otra mitad intenta convencerme de que los ausentes no han existido nunca).
que locos y que geniales!!!!
ResponderEliminarQué gran momento Víctor. El diálogo es impagable;parece que vaya a extenderse hasta el infinito. Y para rematar,el reporte disciplinar: memorable. Parece la síntesis de alguna de las escenas de "El Poreceso", o el aula del profesor K.
ResponderEliminarEstán en el armario. Me ha encantado!
ResponderEliminarAnne
El mítico profesor Marocchini, que pasaba las horas de clase mirando por la ventana y al que podías encontrar en el atardecer metido en el mar, en la Barceloneta. Profesor de filosofía, como suele ocurrir. Un gran hombre, amigos; ¿Quién no ha tenido a alguien así en su escuela?
ResponderEliminarsaludos!
Es que leo y leo el reporte, y no me canso de leerlo.Es magnífico
ResponderEliminarQué grande. Y seguro que si era profesor de filosofía algún día pondría en cuestión la existencia de la realidad. La realidad es lo consensuado profe. Si usted dice que hay más alumnos y nosotros estamos de acuerdo en que no los hay es que, efectivamente, no los hay. La realidad es una cosa democrática profe. Salud!
ResponderEliminarJalarlos a todos.Nos quieren meter el dedo.Este blog me ha gustado, quiera o no quiera usted, yo me quedo por aquí.
ResponderEliminarOh, los profesores de filosofía del instituto, esos seres, junto con los profesores de literatura, entrañables y locos, dignos de amar y de odiar al mismo tiempo.
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