11 marzo 2012

Sueño de una embarazada


Las buenas madres deben desaparecer a tiempo pero la tuya te servirá el desayuno, la comida y la cena hasta que te mueras. Aquí yace el provecto cuerpo de la puta. En su barriga ocurren movimientos extraños. Se comba la piel por la súbita presión de una pierna -acaso tú, aún no del todo hecho, estés ahogándote mientras nosotros tomamos el té que tu madre nos ofrece. El lento moldear de esta pieza de barro es algo más que una gestación, es también un final, una despedida: oigo entre sorbo y sorbo el infarto del psicopompo.
Las tazas redondas. El marido -otrora mercurial- ahora en el sillón de orejas, pálido fuego, estela que se apaga. Té, kukicha poleo menta: brumoso recuerdo de un tiempo anterior, una boca traga inopinadamente.
- Quiero contaros lo que soñé anoche -anuncia la anfitriona-. En mi sueño había una larga escalera que descendía de quién sabe qué alturas, del cielo, digo yo, y todo era azul y allí estábamos, yo y mi hijito ya nacido, los dos juntos -la mano traza una circunferencia sobre el buche-. El aire era perfumado, jazmín o lavanda, lo típico, y mi hijo y yo bajábamos por la escalera a través de paisajes, montañas, bosques. Ofrecía mis pechos, creo que incluso estaba desnuda, al estilo primordial, y mi hijito ya tenía tres años: de piel fina, estrecho cuerpo lapicero, despiertas pecas. Ay -un suspiro que quizá conmueve-. Es normal para una embarazada soñar  siempre su futuro -concluye la boca herbórea. Las manos se arrastran por la mesa, buscan la tetera. 
Como diletantes asentimos. Mi mujer y yo nos miramos sin trascendencia desde el punto de vista bélico. Hemos hecho una pausa por respeto al bebé -Esa imagen de Sokurov, ya borrosa en la memoria, de un niño de pronto inclinado sobre una máquina de escribir, minuciosamente cerca de las teclas, examinando no su significado, sino su forma, la textura: el lenguaje secreto de las pulsaciones; la mano de mi mujer se aferra a la mía-, no queremos importunar pero:
- ¿Cómo es que tu marido nunca aparece en tus sueños?
El sillón de orejas fue adquirido en un saldo de los Encantes. Había pertenecido al Conde-Duque de Olivares y durante siglos fue el sillón canónico de lo eclesiástico. El vendedor prometió extraordinarias siestas en lo mullido de su forro -como sabéis, dijo a través de una mueca, las orejas ya no están de moda en los sillones, pero sirven para apoyar la cabeza con exacta comodidad para el durmiente, incluso en la más tenebrosa pesadilla te sostienen...
- ¿Mi marido?
- Sí, nunca aparece en los sueños que nos cuentas.
Los dos solos. Niño y madre bíblicos. Desde el sofá la embarazada se despatarra y nos mira sin comprender, como tumbada horizontalmente, quirúgica, en el borde de la rotura de aguas.
Impertinentesya os gustaría a vosotros tener descendencia
Marido contempla las facturas telefónicas incapaz de comprender cómo un cuerpo puede pretender desgajar un segmento de sí mismo para convertirlo en reliquia. Marido levanta la vista y nos encuadra. Algunas vírgenes italianas tuvieron esa mirada hace siglos. No creáis que nunca he pensado en ello. A mi mujer le encanta insultarme. Podríamos hablar mucho de vigas y tejados rotos, de mamposterías inacabadas. Pero calla en su sillón de orejas.
- ¿Os sirvo un poco más de té?
- Sí, por favor. Sírvenos un poco más de té. 




4 comentarios:

  1. Un marido es como un sillón de orejas: accesorio.

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  2. De todos los textos tuyos que he leído, creo que este es el más oscuro, a nivel estilístico (por lo demás, en tu línea: malvado y mordaz).
    Espero que cuelgues más textos de esta índole, porque prometen incursiones expresivas de interés.

    Si un marido es tan accesorio como un sillón de orejas, deduzco que una mujer es como un accesorio natural del sillón.

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  3. Tío, creo que te gustaría Mario Levrero. En particular El discurso vacío. Si amazon me deja te lo regalo. Te digo por mail si sepueden enviar regalos a España. Me das tu dirección y ya.

    Abrazos mil

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  4. Me he reído mucho con este texto. La condensación del lenguaje es casi lo mejor. Lo del sillón de orejas me suena. ¿Es un leitmotif? Ojalá tu blog fuera siempre así.

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