18 abril 2008

For the fatherless in Ypsilanti

Era su fiesta de cumpleaños, había globos parecidos a animales totémicos, en torno a ellos bailando caras sucias. Canícula devorándonos por dentro. Pero la piscina estaba vacía. El padre de Ricardo Iglesias en la ventana diciendo adiós con la mano y retirándose, las niñas y sus trajes encendidos girando: la tierra no puede ser un lugar tan frío. Voy a matar a mi padre, nos confesó Ricardo en el arenal, en una esquina del jardín. Cumplía seis años. Allí estábamos los más chulos, Jorge Páez y yo. Los demás jugaban en el jardín. La fiesta el escondite la rayuela y su piedra, la piñata, los adultos hablando de la muerte de los Beatles. Sonaba Let it be. Ricardo movió la rama haciendo dibujos complicados sobre la arena y explicándonos cómo teníamos que ayudarle a matar a su padre. Se detuvo. Tengo un moco, dijo, y me lo pegó en el brazo. Todos estaban en el jardín pero padre estaba dentro fumando una pipa y el humo salía por la puerta, como un fuego pequeño o un calor lejano. La piscina estaba vacía ¿Con qué matarás a tu padre? le pregunté. Me enseñó una piedra que había recogido en el bosque, llena de musgo en uno de los lados. Es una piedra mágica, dijo, y se la puso en el bolsillo. Yo qué tengo que hacer preguntó Jorge Páez. Ricardo le dijo que su misión era levantar las faldas de las chicas por si escondían algo. ¿Yo no mato a tu padre?, preguntó. No, tu levantas las faldas y les das besitos si se enfadan. Padre fumaba, se estaba quedando calvo envejecía, en ocasiones parece que todo nace por última vez. ¿Yo qué hago? pregunté. Ricardo me dijo que tenía que ir por los arbustos y espiar a los mayores, sin que me vieran. Nos separamos, cada uno con su misión. Recuerdo la hiedra, la madreselva por todos lados, y cómo Jorge Páez levantaba la falda de una niña y recibía un azote y se echaba a llorar. Recuerdo hojas, las palabras de los adultos hablando de Yoko Ono, el calor, pero la piscina vacía. Sonaba a Hard's day night en el gramófono. Ricardo iglesias estaba en el otro lado, también entre los arbustos, y esperaba. Salió padre de casa, con una cámara fotográfica y la pipa en la boca. Caminó por el jardín como un vagabundo, impresionado tal vez por la luz, o por el exceso de vida en los cuerpos de los niños: y yo aquí digo que la fábula difícil de los días no merece poema. Dijo: ¡Hagamos una foto!, pero nadie le escuchó. Se detuvo, aislado, en medio del jardín, resignado. Madre puso la mano en su hombro. Hablaron. Madre gritó que papá iba a hacer una foto a todos y los niños se revolvieron como el agua hacia el desagüe, pero sin desagüe, y se pusieron juntos. Jorge Páez levantaba alguna falda, las niñas se reían y hacía calor, la piscina vacía. Ricardo esperaba detrás de los arbustos. Vi cómo tenía en su mano derecha la piedra, el musgo brillando como un pequeño planeta. Los niños se juntaban y padre hacía gestos con la mano, sostenía la máquina de fotos. Yo estaba tenso entre los arbustos. No sabía qué hacer. Y así fue. Todos juntos en el jardín, la alegría de las estatuas, juntáos gritaba padre y caminaba hacia atrás para ampliar el encuadre. Ricardo, su piedra, la piscina vacía, tanto calor y el sol depurando los sudores, la madreselva: aún éramos vírgenes, inocentes hormigas al frente de una columna, niños que son capaces de ver sirenas en los vasos de agua y tigres en el jardín del vecino. ¡Juntáos más! gritaba padre, no cabéis todos, y paso atrás y Ricardo con su piedra, ahora en la mano izquierda, mirándome. Voy a matar a mi padre, nos dijo en el arenal. No cabéis en la foto dijo padre y dio otro paso hacia atrás y entonces Ricardo salió de los arbustos desde el otro extremo del jardín, y padre haciendo gestos con la mano, buscando el encuadre los niños abrazados, tocándose, y Ricardo corriendo, la piedra en la mano y padre diciendo atrás atrás. Los Beatles dejaron de sonar, saltó el gramófono, se terminó el disco y se hizo un silencio teatral roto por risas como explosiones de bomba, entre los niños, Ricardo tensando el brazo para arrojar la piedra y padre hacia atrás porque no caben todos en la foto, porque lo que importa es recordar con exactitud, con un recuerdo lavado de escorias, idéntico al deseo. El deseo, oscura cabaña del resentimiento, paso hacia atrás, la piscina vacía. Eso fue: el calor, la causa y su efecto, los niños que no entraban en el encuadre, otro paso hacia atrás y de pronto padre cayendo de espaldas en el hueco, reventando su calva como se parte un huevo en la sartén. Silencio súbito, el graznido del cuervo, y Ricardo parándose, y los niños quietos, su sonrisa etrusca, como cuando lanzas un objeto al aire y ves que sube y de pronto se para, en ese preciso momento donde gobierna la nada, parecido a una fotografía, para después volver a caer: madre gritando, los niños, caos, la sangre avanzando hacia el desagüe de la piscina, voluptuosa como una alfombra de hotel, y Ricardo quieto, con su piedra, y yo entre los arbustos, mirando a Ricardo, su rostro lívido, la mano haciendo un gesto deforme como el beso asustado. Voy a matar a mi padre, nos dijo en el arenal, y nos mostró su piedra. Voy a matar a mi padre. Y su padre ya en el fondo de la piscina, y Ricardo quieto con los brazos levantados, en medio del jardín, con su piedra, como si alguien lo hubiera clavado en una cruz. Pero ya se sabe, el calor, los globos de colores, hace siglos que se sabe: no es posible regresar vivo de la crucifixión.


Sufjan Stevens - For The Widows In Paradise, For The Fatherless In Ypsilanti

4 comentarios:

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  2. Olvidé el deseo y la pulsión (de belleza, se entiende) cuando tomé conciencia de Padre, cuando ingresé en el Lenguaje (Lacan). Por eso quise matarle; no me resulté tan sencillo como a Ricardo Scarpa o Gunnel Lindblom ("El manantial de la doncella"). Me he resignado; eso sí, a mi modo. Al fin y al cabo también "el arte es una proposición lingüística" (J. Kosuth). Así,he ido al MUSAC ( en calidad de visitante: mierda)para cambiar mi sangre por sushi a Alicia Framis. La participación en el lenguaje no ha aniquilado, sin embargo, mi capacidad crítica (me pagan por ello): acabo de ver una post-producción del trabajo de Framis en la Plaza Mayor de Salamanca(por cortesía de Cruz Roja). No voy a hacer un discurso sobre ello; no lo merece: aquí los taxistas llevan GPS. Además, no soy soy Borriaud ni me pagan tanto.
    Besos
    Pi

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  3. "Existe un principio de Reversibilidad universal por el cual sabemos que todo cuanto no podemos ver o detectar con alguno de nuestros sentidos, en justa correspondencia, tampoco podrá ni ver ni detectarnos a nosotros. Así, los microbios, así el futuro [...] así el interior de alguien que pasa y saluda, así el 100% de la gente que ha muerto. Cuando vemos una película no la vemos por la sus personajes no pueden vernos. Pero para entenderlo hay que imaginar que es como si la norma fuera que los hijos no se pareciesen físicamente a ninguno de los dos padres para no verse en ellos. No es fácil. Pero hay que entenderlo"
    FERNÁNDEZ MALLO, Agustín, Nocilla dream, candaya, 2007.
    pd.: Tengo el síndrome Nocilla (No aún el de Montano).
    Besos

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  4. vÍCTOR, YO ME CONFORMO CON DECIRTE QUE COMO SIEMPRE, ME EMOCIONA LO BIEN QUE ESCRIBES. ES SIN DUDA TU OFICIO. ¡QUÉ SUERTE QUE COINCIDA ADEMÁS CON LO QUE QUIERES HACER EN LA VIDA!

    POR CIERTO, HACÍA TIEMPO QUE NO TE SALUDABA. aBRAZOS.

    CHITY

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