25 mayo 2008

RATATAT

Es la guerra. El general sale del cuartel y camina por las trincheras. Le sigue un recluta. En la guerra no hay momentos de pausa: si no se está disparando, uno camina o limpia el fusil, camina o bebe un trago. El general camina por las trincheras. Hay estruendo de disparos, alguna bomba, o quizá fue un cañonazo. Le sigue el recluta, nervioso, se lleva la mano a la cabeza porque se ha puesto mal el casco. Con la otra mano sujeta el fusil: es demasiado joven, tiembla. El general tiene experiencia y no tiembla. Camina y no le importa pisar zapatos, cascos, cadáveres, que contra las estacas haya cúmulos se sangre parecidos a cuadros de Pollock. El general salta sobre los muertos como si se tratara de un juego y el recluta lo sigue, encogiéndose cada vez, tosiendo por el humo. En un momento dado el general se detiene junto a unos sacos mal colocados. Esto no está protegido, dice, pero no se agacha. Es valiente, o quizá es un tipo duro, ya no siente nada. Deducción primera: acostumbrarse a las cosas limita la capacidad de sentir. Faltan sacos en esta parte de la trinchera, le dice al recluta. El recluta mira al general, bum, y no sabe qué hay que hacer, no sabe dónde hay sacos. Se encoge de hombros. El general lo mira con desdén. El recluta duda. He dicho que faltan sacos, repite el general, y mientras están quietos en tal disquisición cae una granada dentro de la trinchera. El recluta se asusta y da un salto. La granada rueda por el la trinchera, entre los dos soldados. El general la mira, pero no se mueve; no parece importarle el asunto. En cambio, el recluta mira la granada al borde del desmayo. Cógela y lánzala al campo de batalla, es una orden, le dice el general al recluta. El recluta coge la granada pero se queda quieto. Sus articulaciones no responden. El miedo lo atrapa, lo ahoga. Sostiene la granada en la mano. General y recluta se miran, inmóviles: la granada va a explotar. Pero justo antes de la explosión el recluta acierta a formular una pregunta; una pregunta que distingue al maestro del alumno. Dice, con la granada en las manos: Maestro, ¿Es esto la muerte? El general asiente. Explota la granada. Bum. Se constata que el concepto de maestro y alumno es una ilusión estúpida. Se constata también que el mundo prefiere ser desordenado. Por lo tanto: deducción segunda: la absoluta inutilidad de las escobas y otros artefactos de limpieza.


Ratatat - Mirando

3 comentarios:

  1. "Y, sí, fue la muerte, y volamos todos por los aires" etc. - dice la primera versión, conservada fragmentaria, cual texto presocráctico, gracias a un antiguo oficio que ejercité durante algún minuto: amanuense. La copia manuscrita nos revela, con más ímpetu, la verdad. Pues el autor, más joven entonces, más próximo a su nacimiento, estaba también más cercano a la nada anterior a su nacimiento.

    ResponderEliminar

ShareThis