30 noviembre 2008

To the end part II

[Fragmento HA 4,3b]

(Viene de "To the end part I")
Ricardo Iglesias. Un prepotente. Con dos libros publicados (Soy Dios, palíndromo y Lo que pasa cuando no pasa casi nada) y la fama avasallándole se enriqueció súbitamente gracias a una gran herencia legada por su abuelo, un industrial venido a menos. Ricardo estudió pocas disciplinas, abandonó pronto la universidad. Dicen que leyó todos los libros de poesía (también dicen que los verdaderos libros de poesía son pocos). En el año 1985 contrató, en un acceso de derroche monetario y para hacer perdurar su gloria, a un biógrafo llamado Pablo Scarpa. Con el dinero de la herencia Ricardo compró, además, un castillo en las afueras de Cracovia, Polonia. En concreto el mítico castillo de Riquilda de Polonia, princesa polaca y reina consorte de Castilla y León en el siglo XII. Allí escribió su tercera novela: Los hijos de las letrinas, una novela satírica sobre judíos y polacos. Entonces llegó el tormento, escribe Pablo Scarpa, su biógrafo, que también se alojaba en el castillo -para captar la vitalidad, escribió, de Ricardo- y que hasta la fecha había tenido bastantes dificultades para seguir la pista de su autor. Los primeros miedos, accesos de esquizofrenia, visión de fantasmas. Demostrando su poca habilidad, Pablo Scarpa volvió a perder a su autor poco después, cuando éste se marchó repentinamente a París, al parecer para consumar un amor inmaduro y juvenil con una francesa de nombre Marguerite Guevara. Scarpa aseguraba en sus escritos haberle visto varias noches antes de la huída correr por los pasillos del castillo con una dama en volandas. Añade después, en un atrevimiento poético (se puede comprobar en la biografía que fue publicada hace unos cinco años), que del vino y las camas también surgió la manzana. Se refería, supongo, a la siguiente novela de Ricardo, escrita en la ciudad de la luz bajo el flujo y reflujo diabólico del amor y la droga. Una novela intensa y extensa, cercana al ámbito del ensayo: La idioteca nacional. En París, además, conoció y entró en contacto con la comunidad de escritores españoles; entre los cuales Enrique Bauer, al que más tarde definiría como su mayor enemigo y un chupapollas, a raíz de unos sucesos oscuros acaecidos en la librería americana Shakespeare & Co y relatados más tarde parcialmente en su biografía. Scarpa dedujo (aunque sólo es una suposición porque por aquel entonces no tenía ni idea de dónde estaba su autor) que la estancia en París fue un tiempo feliz pero atribulado: más tarde aparecieron en las novelas de Ricardo como tema recurrente la lamentación del pasado y una cierta predilección por los instantes de gozo a orillas del Sena. Cuando Scarpa consiguió encontrar a su autor en París éste ya preparaba una nueva huída que se consumaría poco después hacia Rennes-le-Château, tras haber abandonado a su amada y haberla dejado embarazada de un niño que, más tarde, sería mi amigo: Guillermo Guevara. La pequeña localidad del sur de Francia, célebre por ser un nido de buscadores del tesoro de los templarios lo acogió durante unos días de impasse y vacío. Ricardo, junto a un grupo de exploradores, fue el artífice del hallazgo del oro, enterrado en un jardín céntrico del pueblo. Después desapareció súbitamente con parte del tesoro y dejó a Pablo Scarpa perdido y desorientado, sin saber hacia dónde dirigir su búsqueda. La biografía no avanzaba y Ricardo Iglesias era siempre inalcanzable. Sólo se sabía de él que había cruzado la frontera y se encontraba en España. Scarpa lo buscó en vano durante meses. Al final dio con él en un pueblo de la provincia de Salamanca: Morille (Lo encontró por pura desesperación, ya alcoholizado, según dicen, sin dinero ni biografía que escribir, habiéndose inventado ya media vida de Ricardo por carencia de datos -por lo tanto habiendo escrito una especie de biografía-novela-). En Morille Ricardo vivía aislado. Poseía diez vacas, cien ovejas; y se dedicaba a dibujar escenas cómicas paras los periódicos de la provincia. Hasta donde yo sé, Ricardo y Pablo aún viven juntos en Morille, después de haber sido escrita y publicada la biografía; como si biógrafo y escritor hubieran creado un nexo indisoluble, hechos de dolor, apenas conscientes de la vida y la muerte, del nerviosismo de la materia.
Así fue. Me llamó Guillermo y me dijo que estaba aquí, en Girona. Que también estaba aquí Ricardo, su padre, y que tenía que ayudarle a contactar con él. Y pensé, anticipándome, supongo, por amor al pensamiento trivial; pensé que aquello no podía acabar bien, que hay cosas que no tienen un punto medio; cosas extrañas y atemporales para las que siempre es o demasiado pronto, o demasiado tarde.


Starsailor - Alcoholic

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