02 enero 2009

Los ojos de la lechuza

[Fragmento HA 2b,?]

Poco se sabe de las buenas obras del diablo, pero existen, igual que él; aceptarlo es sólo una cuestión de percepción. Se sentaron en el sofá. En el reflejo del tontintolín apagado parecían gigantes venidos de muy lejos, ignorantes, un poco torpes, sorprendidos de encontrarse junto a aquel sofá, infantiles. Antonio empezó a explicar lo ocurrido.
Por la tarde había decidido ir a pasear por el centro. Vagó sin rumbo. Las tiendas estaban cerradas, no había gente en la calle. Entró en un bar llamado Alcaraván. Su nombre, de origen persa, se refería a un ave nocturna de grandes ojos amarillos, como los de la lechuza. El bar estaba vacío. Se sentó y pidió algo. No sabe cuánto tiempo de sorbos en la bebida y de vacío pasó hasta que una chica le tocó el hombro y se sentó junto a él. Ella, desde el principio, quería contarle algo. Pero la conversación era errática, los temas cambiaban rápido, se podía hablar de cualquier cosa y no era necesario un orden, una razón que le diera sentido al discurso. Las palabras quisieron decir: hágase la intimidad, y se hizo la intimidad. Se acercaron las manos, pero antes se acercaron un poco los hombros. Y cuando ella iba a explicar aquello por lo que se había acercado, él decía: calla, guárdalo para más tarde, esta no será la única vez que hablemos, y hacía una pregunta o cambiaba de tema o decía que iba al baño pero no iba a ninguna parte.
Después salieron del bar y aún era de día y caminaron entre niños que jugaban con pelotas lanzadas al aire, pasaron por edificios ordenados que formaban calles y plazas y encrucijadas. Antonio estaba tan desconcertado por lo ocurrido, tan ingenua y alegremente entregado a aquel encuentro providencial, que cuando miraba a la chica ella le parecía borrosa como un sueño, que cuando la miraba a la cara era como un cuadro impresionista. Tonterías. Dijo también que se parecía a Ingrid Bergman, la actriz de la película Encadenados, pero eso era una apreciación absurda. Nadie puede parecerse a la inolvidable Ingrid Bergman. Y así fueron por las entrañas de la ciudad hacia la plaza mayor, con intención de cogerse la mano. Pero no se tocaron. Se puede decir que había terminado el proceso de desarme recíproco, que eran libres de decir cualquier cosa, darse besitos y correr por las aceras gritando hasta morir de frío; pero no hicieron ni dijeron nada. Ella parecía haber olvidado el motivo del inicio de la conversación. Callaba. Los buitres giraban en el cielo. No. En la plaza mayor había un tumulto de gente. Una manifestación fascista. La policía observaba desde lejos con los brazos cruzados. Antonio y la chica (no recordaba su nombre) quisieron pasar rápido entre los estandartes y tomar cualquier otra calle. Pero no. Hubo un desorden repentino, como cuando el mundo era muy joven y todas las cosas estaban juntas en número y pequeñez y en uno de los laterales empezó una pelea. Causa desconocida. La policía reaccionó. Creciente griterío. Antonio y la chica se vieron acorralados. Empujones. Odio, devoción, violencia. Antonio recibió un tortazo y perdió de vista a la chica. Fue hacia los márgenes de la plaza como pudo. A sus espaldas se escenificaba la torpe batalla. Desde los soportales buscó a la chica en vano. Siguió esperando. Cuando los ánimos se calmaron y la gente se dispersó, ella ya no estaba allí.
- Ya no estaba.
- Es un acto del diablo, lo confirmo -dijo Guillermo.
- ¿Y ella? ¿Qué es lo que te quería decir? -preguntó Arturo.
- No sé. Cuando iba a decírmelo yo cambiaba de tema y decía que en realidad no me importaba y que...
- ¿Te has vuelto loco? -preguntó Guillermo.
- Era bonito.
- Yo también lo hubiera hecho -dijo Arturo.
- Vuestro romanticismo barato no tiene límites.
- Calla -dijo Arturo-. Antonio, dijiste que cuando la mirabas la veías borrosa. ¿Cómo es eso?
- Es una manera de decir.
- ¿Una manera de decir?
- Sí. No, no estoy seguro. Estaba nervioso.
- Quizá era un espíritu. Dicen que cuando ves a uno ocurre eso.
- ¿El qué?
- Que se ve borroso.
- ...¬_¬
- Bueno, bueno.
- A ver -empezó Guillermo-, tenemos que pensar algo. Primero: Cómo encontrarla. La ciudad no es muy grande. Segundo: ¿Por qué alguien que no te conoce te quiere decir algo? Quizá fuera una tontería, ¿no? ¿no es eso? ¿eh? ... ¿no?
- No -contestó Antonio-. Me dijo que era algo importante, algo que tenía que ver conmigo.
- Vaya, vaya... ¿Por qué demonios tuviste que hacerte el enamorado? Así sólo se pueden cometer errores.
- No podía adivinar que después nos separaríamos.
- Fue culpa de los fascistas -dijo Guillermo.
- Ya está bien -dijo Arturo-. No es culpa de nadie. ¿Qué podemos hacer ahora?
- Nada, no podemos hacer nada -dijo Antonio-. Yo me voy a mi habitación.


Bon Iver - Flume

3 comentarios:

  1. Leerte es siempre un placer. Por cierto, Feliz 2009. Espero encontrarte en las Librerías.

    Chity

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  2. Quizás la muy bruja sea una Scheherezada encubierta...deberías tener cuidado.

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