10 abril 2009

Lucy in the Sky with Diamonds

A Borja Aguiló

Entonces ya no será como ahora, salir, ir girar, volver, días uno a uno para pasar como páginas o para tirar arrugados a lo lejos. Sino un largo hoy, sin antes ni después, sin mañanas o hace mucho tiempo que. Ni sombra, ni calles, ni casas. Sólo nada, vacía nada y estratosferas, de la semiinconsciencia de los álamos, no se sabe cómo pero recuerdos, qué, antaños, para después girar, subir a las estatuas o prometer que habrá que cambiar.
El reverendo cerró el libro. Las devotas lloraban o tosían incómodas, revolviéndose en su fusto. Frustrado el monaguillo en la esquina, castigado por el cura. Había que marcharse. Salir por la puerta. Quizá encontraría un banquete o una posada. Tenía hambre. El comité fúnebre bajaba, marciales medías y costuras negras en pericárdico ritmo. De los binarios el calor del subte apenas pasado. Crucé las vías y las mercancías. Llovía. Más allá las campanas, divisorias, y un caballo en la colina, que rebuznaba. No conoce el amor quién no ha tenido un perro. Tú perra, sueño de california, la culpable la presente carta despechada, nos será arrebatado el espacio y el tiempo, y quedaremos solos, estáticos, pálidos títeres asomados a las ventanas. Pues mira, me había entrado hambre. Por eso salí del cementerio. Entré en el burguer, anunciada la virtud de carne de vacuno cien por cien me decidí por unas patatas. Me senté en una mesa. Frente a mí los niños se descolgaban de los árboles y el bufón movía su colorida nariz. Si al girar la cabeza te vi, sola, mordiendo hamburguesa, fue porque te habías puesto para que te vieran. Quizá una amiga, o una cita. Pero bueno, fui yo quién me levanté y se acercó a ti. Acerca de tus pechos que se holocaustaban en los sujetadores no diré nada. De momento. Supe enseguida que tendrías voz de pito. O que pondrías los labios de esa manera para beber la cola. ¿Cuántos años?, te dije. Más de veinte, difícil. Pero salimos de la hamburguesería enamorados. Se encendía el cielo, o eran las farolas, el caso es que nos atravesaba un aire como de arena, girábamos cogidos, ¡nos amábamos! Tu nombre, Lucía. Así en el entresijo de cruzar las calles nos mirábamos. Y en calle Urgell decidimos que nos conocíamos. Fuimos a vivir juntos. Tú planchabas yo me mecía, escribía poemas. Pero me abandonaste pronto, Lucy, alguien representó mejor que yo el papel. Expulsado de la industria cinematográfica de tu vida vagué por las calles, envejecí en Ciutadella, la posta de sol i les revistes, y entraba en tratos con prostitutas. Estaba claro que te echaba de menos. Me hacía pis en el mar, tal era mi melancolía (y mientras tanto desde el crucero miles de manos me saludaban). Capitán, mi capitán!, le rezaba en estos términos a Dios, en la catedral. O hacía mimos en las ramblas, representaba a Teseo con las manos así y me ganaba unas moneditas por mi tristeza. Ese es el precio que se paga: que alguien te devuelva todas tus monedas y se marche. Me planteé entrar en el ejército, pero al final decidí ir a tu casa. Y llovía, mis pies estaban calados de agua. Tiraba piedras contra la ventana. Habías estado en ella, quedaba un resto de vaho en el cristal. Ye escondías detrás de las cortinas. El bufón de tu nuevo novio salió con una espada y me persiguió por el jardín. Me fugué. Tenía que olvidarte, rehacer mi vida. Empecé por comprarme unos zapatos y una corbata. Claro que cada noche seguía soñando contigo. En el jardín de la duermevela decía, ven fóllame. Me despertaba en una bañera de oro y marfil. Compré un coche y cruzaba con las gafas de sol, por si acaso. Pero cruzaba el qué. Mis parientes iban muriendo y quedaba solo, cerrado. Acabé en mi cama, en la almohada, no llorando, meditando sobre mi atravesar. Que no atravesé mucho. Tú ya no estabas en la ciudad. O me giraba en el sofá, en el televisor la sobremesa, la serie de misterio, Mr. Bean, y pensaba que desde que te conocí tuve en cuenta a la muerte. ¿Cómo sería ese hundimiento -que  es hacia atrás y no hacia abajo-? Pensé en la circularidad del órgano digestivo, que recibe y pierde sin parar, todo, excepto excrementicios restos que pasan a la sangre (las tórtolas no digieren la comida, comen y cagan directamente). Oh, la muerte. 
Entonces ya no será como ahora, salir, ir girar, volver, días uno a uno para pasar como páginas o para tirar arrugados a lo lejos. Sino un largo hoy, sin antes ni después, sin mañanas o hace mucho tiempo que. Ni sombra, ni calles, ni casas. Sólo nada, vacía nada y estratosferas, de la semiinconsciencia de los álamos, no se sabe cómo pero recuerdos, qué, antaños, para después girar, subir a las estatuas o prometer que habrá que cambiar.... .


2 comentarios:

  1. Me limitaré a pasar como un pez globo, glub glub glub, soy un títere con cabeza mirándote desde la ciudad cerrada por vacaciones, sin contar con la brisa marinera que toca el acordeón fuera de un no lugar se aleja el drum drum drum de la procesión ultraviolenta. Habrá que cambiar...

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  2. ¿Y la entrada anterior? Era preciosa. Como un relato pequeñito. ¡¡No la pierdas!!

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