08 septiembre 2010

Durrell


Sentado frente a un pequeño esqueleto, en el bar, mientras tomaba un café, Enric estaba leyendo un libro cuando le distrajo una pareja, a su derecha, que se miraba de tal manera que parecía que uno de ellos acababa de ser salpicado por barro, o peor, que el otro, como una rueda, había pasado por un lugar que, en realidad, no era un camino transitable. Él, menos joven, se llevó la mano al bolsillo y ella estaba mirando un cuadro que había sobre la cabeza de Enric, al otro lado de la sala. Un cuadro abstracto, en cualquier caso una imitación, el dibujo atormentado de una mente inexpresiva. Él sacó la mano del bolsillo, ya se había producido el silencio, las órbitas de los ojos de ella habían estado un rato fijas en el cuadro, como fósiles incrustados en una roca, y después al regresar hacia él parecían haberlo desconocido, en el sentido de que esos ojos ya no reconocían el valor intrínseco de su acompañante, algo así como ir al zoo y quedarse pasmado toda la tarde viendo a los monos en su jaula. Tan horroroso como quedarse junto al nido de los pájaros que suplican por un poco de comida cuando la madre lleva ya tiempo muerta. Él sacó la mano del bolsillo, observó Enric, una mano delicada, larga como de pianista, que sostenía un caramelo. Le ofreció el caramelo a su compañera. A juzgar por su mirada, la de él, no se trataba de un regalo significativo. Era algo así como un caramelo que había encontrado en su bolsillo, un caramelo con el que ya no contaba y por eso mismo se lo entregaba a ella. Por su parte, ella miró la mano abierta que contenía el caramelo. Enric vio en su expresión que, aunque ella iba a aceptar el regalo, no era la clase de caramelo que le gustaba, no tenía quizá el sabor adecuado, de modo que, o bien tardaría un rato en ponérselo en la boca, manifestando así cierto desprecio por el regalo, o bien lo guardaría decorosamente en su bolso desordenado y lleno de papeles, donde lo olvidaría hasta mucho tiempo después. Ella recogió el caramelo con una expresión fría que, por su frialdad impostada, podía significar precisamente lo contrario de lo que pretendía. Él quizá no era lo suficientemente inteligente como para dejar de juzgar cada gesto y cada palabra de ella y parecía estar atormentado detrás de su expresión también fría y cortés. Le había entregado el caramelo, ella lo miró un momento y, después de un rato de charla y, sobre todo, silencio, lo desenvolvió y se lo introdujo en la boca. Enric vio cómo él se quedaba mirando la boca de ella. Le miraba la boca con el pretexto del caramelo que se movía de una mejilla a otra creando bultos; quizá quería besarla porque concentraba toda su energía en sus labios, no en sus palabras; la conversación daba saltos, era un pretexto de un pretexto y se percibía que no conducía a ninguna parte. El caramelo se acabaría, hablarían de otra cosa pero no habría demasiadas cosas verdaderas de las que hablar mientras la situación fuera aquella. Ella no reaccionaba. Él había apoyado la mano sobre la mesa, ahora miraba alrededor, ahora era él quién se había fijado en Enric, que los miraba, y en los cuadros abstractos que había sobre su cabeza. Había algo que decir, pero no se dijo. Ella tenía prisa. Lo anunció algunas veces y él estaba de acuerdo aunque por su manera de cerrar la mano no estaba de acuerdo. Uno necesitaba más tiempo. Otro necesitaba irse de una vez. O los dos necesitaban ambas cosas de manera incomprensible. En cualquier caso Enric acertó al suponer que ninguno esperaría a que se consumiera el caramelo. Eran la clase de personas que actuaban por impulsos y siempre demasiado pronto o demasiado tarde. Los vio levantarse y pagar. Los vio salir, rectos, parecidos a la sombra de una columna que desfila bajo el sol, los vio despedirse en la calle y desaparecer cada uno por su lado como quién hace un poema y no sabe que en poesía hay cosas, como el verso libre, que no tendrían ni que existir.


6 comentarios:

  1. Pensaba en una frase suya: "En la aparente confusión de nuestro mundo misterioso los individuos se ajustan con tanta perfección a un sistema, y los sistemas unos a otros y a un todo, que con sólo dar un paso a un lado cualquier hombre se expone al pavoroso riesgo de perder para siempre su lugar". Sin embargo, luego, ya en la calle, cambié de opinión y pensé en titularlo "Durrell", y así será finalmente: las observaciones de algo que no nos pertenece son múltiples, las producen personas diferentes, y cada una puede ser contradictoria con las demás y no por ello ser falsa, pero tampoco completamente cierta, algo así ocurre en el Cuarteto de Alejandría, por eso será "Durrell". Por lo demás, Juan, ya tengo el libro "Respiración Artificial", de Piglia, así que por fin escribiré un texto que propusiste una vez en tu blog. Ya lo verás por aquí.

    brazos!

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  2. ¡Fantástico el texto de Hawthorne! Fantástico eso de que con sólo dar "un paso a un lado el hombre se expone al pavoroso riesgo de perder para siempre su lugar"

    Y mucha atención a la exacta coincidencia de esa hipótesis con un resultado diferente. Esto hacían los que consideraban que ese riesgo no era pavoroso sino necesario.Primero, éste vídeo a partir del minuto 8:08

    http://www.youtube.com/watch?v=WSEpESmR9qU

    Luego éste desde el principio hasta los 53 segundos

    http://www.youtube.com/watch?v=FYebTYFxwU8&feature=related

    Básicamente, lo que la voz en off de la chica dice es:

    On nous dit: Le bonheur c'est le progrès faites un pas en avant. Et c'est le progrès... mais ce n'est jamais le bonheur. Alors si on faisait un pas de côté! Si on essayait autre chose! Si on faisait un pas de côté, on verrait ce qu'on ne voit jamais

    Lo traduzco (a mi manera):

    Nos dicen: la felicidad es el paso anterior al progreso. Y sí, eso es el progreso, pero jamás la felicidad. ¿Y si diéramos un paso a un lado? ¡Y Si probáramos otra cosa! Si probáramos otra cosa, veríamos lo que nunca vemos.

    Y eso no es pavoroso: hay que hacerlo.

    Brazos

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  3. El tiempo es una materia que los románticos conocieron demasiado

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  5. Et veig completament refet. T'ha guarit el no escriure durant uns dies. Em fa l'efecte que aquest text és el triple del què hi ha escrit: el triple com a mínim.

    Les locucions "el dibuix aturmentat d'una ment inexpressiva", "un carmel amb el qual no hi comptava" i el "hi havia alguna cosa a dir, però no es digué pas" - de debò, són espectaculars.

    No sé si aquest conte representa el seu estil pur. Tanmateix, exploraria aquests nous camins!

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