17 febrero 2011

Taxi


Eran poco más de las cinco cuando Paula se incorporó en la cama. De un manotazo despertó a Singer. Hasta ese momento Singer había estado soñando con un recital de dentaduras postizas que decían poemas de Neruda y el golpe de Paula fue en el sueño un mordisco y abrió los ojos y vio que la persiana estaba bajada y pensó en lo que piensa un poeta cuando ve una persiana bajada, que la luz se cuela por los intersticios y se dibuja contra la pared, que todo es muy bonito y cursi, cursi y bonito, bello o hermoso, las diversas variantes de la misma tontería; abrió los ojos y Paula estaba incorporada y anunciaba que se iba a la estación de trenes, de inmediato, a esa hora, las cinco de la mañana. ¿No puedes esperar un poco?, aún no ha amanecido, dijo Singer. O eso creyó decir, porque no lo dijo exactamente así. Paula dijo Me voy. Se subió las bragas y los pantalones y se puso los zapatos. El sujetador quedó sobre la cama (habría de quedarse allí hasta mucho tiempo después, perdido entre las sábanas, rojo, dos cáscaras absurdas o cuencos vacíos que podrían estar tan llenos de tetas como de agua de lluvia -si Singer tuviera, de repente, sed, un día). ¿Pero dónde vas?, preguntó Singer, que seguía desnudo a su manera: con los calcetines puestos. Me voy, tengo que irme... ¿no puedes llamar a un taxi?, dijo Paula. Puedo, dijo Singer, incorporándose, despojándose de su sábana para descubrir sin sorpresa que la habitación era más pequeña de lo que él había pensado. Antes de marcar el número de la compañía de taxis preguntó: ¿No puedes decirme por qué demonios te vas a esta hora? No, contestó Paula, que ya esperaba sentada en el borde de la cama como quién espera en una consulta psicológica
(su psicoanalista, el de ella, era un hombre serio que nunca decía nada, tan sólo asentía y apuntaba en su libreta para, de vez en cuando, levantar los ojos hacia una foto de Sigmund Freud, al que llamaba, con devoción, el Maestro. El maestro dice que tu carretera tiene baches. Podemos poner un parche y arreglarla a medias, o podemos levantarla, destruirla por entero y construir una carretera nueva encima, decía el psicoanalista. Tardaremos tres años en curarte, decía el psicoanalista).
Voy a llamar al Taxi, dijo Singer, pero antes explícame por qué te vas así. No puedo, dijo Paula sin girarse, de forma que sólo se veía su espalda, la persiana bajada, la luz en los intersticios. Vale, dijo Singer descolgando el teléfono, Pero que te quede clara una cosa, dijo Singer, Yo no seré nunca el segundo plato de nadie, dijo Singer, cinematográfico, en primer plano, mostrando su pecho sin músculos.
Bienvenidos a Radio Taxi Salamanca, su conversación será grabada por motivos de seguridad. ¡Hola!, dijo la operadora. Quiero un taxi a la carretera de Fregeneda, junto a la gasolinera de Repsol, dijo Singer. ¿Se refiere a usted a la antigua gasolinera de Campsa?, preguntó la operadora. Eso mismo, dijo Singer, Gracias.
Se levantaron y salieron de la habitación. Paula se despidió de Singer con un beso en la mejilla, sujetaba el bolso con las dos manos, ¿qué quiere decir eso? Abrió la puerta, tocó el timbre por equivocación y luego encendió la luz de la escalera. Bajó. Al final Singer vio la cabeza de Paula desapareciendo por la escalera. La cabeza de Paula por un momento pareció insertada entre dos escalones, luego desapareció.
Así es esta ciudad. Uno pregunta por la gasolinera de Repsol y te contestan: ¿La antigua Campsa? Uno llega a una plaza y un mendigo que vende postales dice: Aquí X escribió su obra maestra hace cinco siglos. En la universidad: En este aula estuvo Unamuno hace setenta años, ¿Notáis su energía, capullos? Nada subsiste. La situación es retrospectiva, importa lo que ocurrió y no lo que ocurre. Abundan los enfermos mentales. Abunda el chismorreo. Algunos poetas dicen: Salamanca, ¡Bonita!, tus murallas amarillas se reflejan en el río. Luego no saben qué más decir, anacrónicos; se dan a la bebida. La gente tiene frío, miente, explota por la mañana en las panaderías. Las palmeras de chocolate son buenas, pero antes fueron mejores. Y Luís Martín-Santos está muerto. Singer piensa en líneas de metro. Piensa en fábricas. Se duerme enumerando las que conoce de camino a casa: Gonvarri, Celsa Industries, Praxair y, de golpe, surgido de la nada, un letrero enorme que dice: Toys 'r' Us.



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