18 mayo 2011

Vidas imaginarias


Marcel Schwob tiene un pequeño libro titulado Vidas imaginarias (1896). En él escribe fragmentos medio inventados de algunos personajes históricos de los que se sabe poco. Inexplicablemente, se le considera un autor menor. Pero eso es mentira. Rescato un fragmento del libro dedicado a Petronio, autor romano y contemporáneo de Nerón. Petronio me parece un escritor brutal, muy agresivo e hilarante, y Schwob lo retrata felizmente. Poco se sabe de él. Casi todas las referencias las conocemos a través de Tácito y no es seguro que sean ciertas. Se conservan apenas algunos fragmentos -alrededor de una décima parte- de su única obra conocida, el Satiricón, que narra la vida de dos esclavos errantes y libertinos. Lo que viene a continuación es lo que hizo Petronio, según Schwob, cuando terminó de escribir esa obra. Un silencioso y triste final para un excelente escritor:

Se dice que cuando terminó los dieciséis libros de su invención hizo acudir a Siro para leérselos, y que el esclavo se reía y gritaba en voz alta entre aplausos. En ese momento, concibieron el proyecto de llevar a la práctica las aventuras compuestas por Petronio. Tácito cuenta erróneamente que Petronio fue árbitro de elegancia en la corte de Nerón, y que Tigelino, celoso, hizo que le enviaran la orden de muerte. Petronio no se desmayó delicadamente en una bañadera de mármol, murmurando versitos lascivos. Huyó con Siro y terminó su vida recorriendo los caminos.
La apariencia que tenía le permitió disfrazarse con facilidad. Siro y Petronio cargaron por turnos el bolsito de cuero que contenía su ropa y sus denarios. Durmieron al aire libre, cerca de los túmulos de las cruces. Vieron brillar tristemente en la noche las pequeñas lámparas de los monumentos fúnebres. Comieron pan agrio y aceitunas reblandecidas. No se sabe si robaron o no. Fueron magos ambulantes, charlatanes rurales y compañeros de soldados vagabundos. Petronio desaprendió completamente el arte de escribir, en cuanto vivió la vida que él mismo había escrito e imaginado. Fueron amigos de jóvenes traidores a los que quisieron y que los abandonaron a las puertas de los municipios llevándose hasta su último as. Se entregaron a todos los excesos con gladiadores evadidos. Fueron barberos y mozos de baños. Durante meses vivieron de panes funerarios que robaban de los sepulcros. Petronio aterrorizaba a los viajeros con su ojo apagado y su negrura que parecía maliciosa. Desapareció una noche. Siro pensó que lo encontraría en una celda mugrienta en la que habían conocido a una muchacha de cabellera enredada. Pero un vagabundo borracho le había hundido una hoja ancha en el cuello mientras yacían juntos, a campo raso, en las losas de un panteón abandonado.


Vidas imaginarias, Marcel Schwob


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