28 noviembre 2008

Cabo Sounion III

[Fragmento HA 2a,3]


(viene de "Cabo Sounion II")
Al fin Guillermo se paró y señaló un lugar indeterminado entre las rocas. Allí estaba, en descomposición, desapareciendo, un cuerpo tendido. La ropa le cubría parcialmente el busto y una pierna. El torso parecía una serpiente dormida. Un zapato solitario estaba varado entre dos rocas. La cabeza, vuelta del revés, yacía a dos metros.
El camarero estuvo mirándolo con espanto y con interés y luego, dirigiéndose a nosotros, preguntó:
- ¿Lo habéis tocado?
- No -mintió Guillermo.
- ¿De verdad?
- Sí -dijo Guillermo tratando de controlar su nerviosismo-. Llegué y no toqué nada.
- Entonces no entiendo cómo la cabeza puede estar separada del cuerpo y tan lejos. No puede haberse suicidado.
- Quizá los animales la separaron del cuerpo -dijo Guillermo. Él la había tocado.
- No, eso es imposble. Es extraño, debería estar pegada al cuerpo -dijo el camarero.
- Yo creo que fueron los animales -dijo Guillermo, alertado, y luego miró a Arturo con cara de prisionero o agujero negro. Él la había tocado. Él la había...
- No. No puede ser. De todas formas tenemos que llamar a la policía. Ellos sabrán qué hacer.
El camarero estuvo un rato hablando por teléfono. Contra el fondo marítimo tenía la apariencia de un héroe. Guillermo y Arturo se miraban. Guillermo había tocado la cabeza y había mentido. Al colgar el camarero les dijo que esperaran allí, que vendría un bote de la policía para recogerlos y para testificar. Él y su compañero volvieron al bar, desaparecieron entre las rocas. Arturo dijo después:
- ¿Por qué demonios has mentido?
- Calla.
- Tenemos que limpiar esa cabeza por si acaso. ¿Por qué la cogiste? ¡Qué asco por Dios!
- Quise imaginarme una escena de Hamlet -contestó Guillermo, y se rió irónicamente.
- ¿Pero eres idiota? ¿Te encuentras a un muerto y juegas con su cabeza a ser Hamlet como si nada?
- Sí.
- Hamlet tenía en las manos una calavera, no una cabeza con pelos.
- Sí, sí... Oye, fui estúpido, ¿pero qué puedo hacer ahora? Limpiemos el cráneo.
- Huele muy mal- dijo Arturo, pero sacó un pañuelo y lo remojó con agua del mar y frotó la cabeza del cadáver como si fuera una lámpara mágica o un plato sucio de la cocina. La volvió a dejar en su sitio sin tocarla con los dedos. Escondió su pañuelo impregnado de sangre seca y pelos en un agujero entre las rocas. Lejos. El primer suicida del Cabo Sounion fue Egeo.
- Nadie se dará cuenta, no te preocupes -dijo Guillermo.
Nos sentamos junto a una roca y estuvimos quietos un rato. El sol se ponía en el otro lado de la colina, todos los turistas debían estar disfrutando de aquello; pero ellos sólo veían cómo la luz se diluía lentamente. Hubo un momento concreto (el momento preciso del crepúsculo) en que fue más de noche que de día. La policía no llegaba. Aparecieron algunos escorpiones correteando por las rocas.
- No viene nadie -dijo Arturo.
- Ten paciencia.
- ¿Y si ponemos la cabeza al lado del cuerpo? -dijo Arturo, y de pronto tuvo la imagen fugaz de sí mismo haciendo un puzzle en casa, un puzzle muy fácil, sólo de dos piezas (pero tan lleno, dentro de sí, en la materia ya inanimada, de momentos vividos...)
- Quizá el camarero ya ha informado a la policía de que la cabeza estaba lejos. ¿No has visto cómo insistía?
- Mierda. Espero haber borrado las huellas.
- ¿Y el pañuelo?
- Huele muy mal, no puedo llevarlo encima. Lo he dejado entre las rocas, lejos de aquí. Se lo llevará el mar.
- ¿Y si eso no ocurre? -preguntó Guillermo. Confiar en el mar es como creer en el amor, una ingenuidad.
Empezaron a aparecer las estrellas. Sentados junto al cadáver percibían su olor terrible. No sabían que la muerte tiene un olor; es más parecido a la posibilidad de un infierno que a la de un paraíso perdido. El cuerpo había perdido su unidad. ¿Si alguien se corta la cabeza, dice: yo y mi cabeza, o yo y mi cuerpo?
- ¿Crees que él nos lo agradecerá?
- ¿Quién?
- Este hombre.
- Estoy seguro de ello.
Mentira.


Massive Attack - Unifinished Simpathy

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