01 febrero 2009

Suburban empty movie III

[Fragmento HA 2,?]

(Viene de II)
Al bajar por las escaleras Halil detuvo a Arturo. Le puso la mano en el hombro. 
- Yo primero. 
Dentro había sillones de terciopelo rojo y paredes pintadas de azul, al fondo una pista de baile con el parquet despegado del suelo; el resto era moqueta oscura, negra, cubierta de restos de colillas. Un grupo de chicas comía hamburguesas y patatas fritas. Ellas los miraron levantando las cejas pero no la cabeza, con mirada mistérica y grave.
- Sentémonos -dijo Halil.
Se sentaron en una mesa y Halil se sintió relajado, estiró las piernas, puso sus manos detrás de la cabeza, sonrió. No trató de darle conversación a Arturo. Arturo se preguntaba si eso podía ser el bar favorito de alguien, porque era repugnante y apestaba. Llegó un camarero. Un tipo delgado y con bigote fino, parecía francés. 
- ¿Qué desean?
- Dos cervezas -dijo Halil.
Arturo no dijo nada.
- Sí, señor -dijo el camarero.
- ¿Quieres cerveza, verdad?
- Sí, claro -dijo Arturo. Pero quería una Coca Cola. 
Halil echaba ojeadas furtivas a las chicas.
- ¿Te gustan?
- Están bien -pero a lo sumo eran viejas debilitadas, o jóvenes desgastadas. 
- Me las follaría.
- ...
- Joder, tío,  eres aburrido.
Entre las canciones que sonaban en el hilo musical uno podía distinguir algunos clásicos de los 80, restos de sintetizadores, baterías surreales. El camarero trajo las cervezas. Halil encendió un cigarrillo. Ya no más my friend, ya no más preguntas amables, sólo humo saliendo por la boca sólo ojos que miran de reojo. Se encendieron unos focos de discotecas, la bola de cristal empezó a girar, el volumen subió. Dos chicas se levantaron de su sofá y se pusieron a bailar lánguidamente sobre el parquet. Miraban a Halil y Arturo. Sus rodillas se flexionaban, luego sacaban el pecho, pero no había nada que hacer, como si un peso las atara contra el suelo, de pies y manos, y las arrastrara sangrando a través de la noche. Nada estaba vivo. Los colores eran pactos formales; los movimientos, estáticos, sin éxtasis o placer, eran geometrías, estelas erigidas a la memoria perdida de sí mismos. 
- Bailan bien, ¿eh? -dijo Halil, que se arremangaba la camisa y casi había acabado su cerveza. 
Las chicas dejaron de bailar y se acercaron a la mesa. Una era guapa, hasta cierto punto, la otra no. La fea se sentó junto a Arturo y sonrió y mostró sus dientes o su carencia de dientes, los huecos negros en la bóvedad de la boca; mostró sus pechos apretando sus brazos contra el torso, pero sus pechos no eran suficientes para resultar atractivos. Regresó el camarero.
- ¿Champán turco para las chicas?
- Por supuesto -dijo Halil.
Arturo no pudo decir nada. La mirada turbia de la fea lo fijaba como un cuadro decorativo en un salón, como quien mira la televisión pero no se está enterando de nada y deja pasar las imágenes, vivos retratos de pulsiones de colores antiguos, metáforas ancestrales que han perdido el significado.
Halil hablaba animadamente con su amiga, le tocaba la barriga, ella le susurraba cosas al oído. La música seguía alta, las luces de discoteca seguían deslumbrando la moqueta pero nadie bailaba, nadie bailaba. 
- ¿De dónde eres? -preguntó la gorda a Arturo.
- De España.
- Oh, qué interesante.
- ...
- ¿Y qué haces?
- Estudio.
- ¡Ah! Estudiante. Qué interesante, ¿no?
- ... ¿Tú de dónde eres?
- Soy de Anatolia -dijo ella y no había manera de que dejara de sonreir y de mostrar los huecos negros, cariáticos, entre sus dientes. Se acercó a Arturo. El camarero trajo el champán. ¡Champán Turco! Ella lo saboreó mostrando sus oyuelos, la insigne gracia de su fealdad. Halil se apoderaba mientras tanto de los pechos de la otra.
Aquello era un prostíbulo. 
Pero Arturo no sabía que aquello era un prostíbulo. Arturo no sabía nada, bebía sorbor de su cerveza, las luces discotequeras arrojaban luz sobre sus mejillas, su acompañante le escupía al oído frases, guapo, guapo, qué haces en España, estudias, muy interesante, very interesting. My friend. Y se acercaba, desplazaba su masa concentrada, cercana a la velocidad de la luz, y el viento soplaba, por decirlo así, pero era viento convertido en un pedazo de piedra y ya no se movía. 


1 comentario:

  1. El desdén calculado hacia las formas tetradidrocanabinoicas que aún habitan en tu sangre consigue de tus yemas verdaderas muestras de sordidez neo-sexual. Oh, tú, discípulo insigne de Jack the Ripper.

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