13 enero 2010

Salvar el mundo

Cuando fuimos jóvenes y espectaculares nos dedicábamos a visitar a las brujas. Yo y mis amigos los poetas. Nuestras palabras favoritas eran fatalidad y destino. El loco y la luna, o su reflejo. Queríamos saber nuestro futuro. Cada bruja nos lo vendía por un módico precio y hecho a medida. Pero aún recuerdo el día en que supimos que todo iba a cambiar. Ese día estaba con Benigno y Tazio. Habíamos contactado con una medium que vivía en el arrabal. Cobraba apenas cuarenta euros y dijo poder contactar con los muertos. Pero nosotros no queríamos hablar con nuestros muertos. Los fantasmas de nuestro pasado nos daban igual. Ni siquiera recordábamos ya lo que fue la guerra civil.
La casa de la medium estaba llena de pájaros en jaulas que gritaban. Había apenas una bombilla que alcanzaba a alumbrar unos retratos viejos. Ella nos recibió desde un balancín: cosía unos jerseys felices.
- Pasad y sentaos -dijo.
Nos sentamos alrededor de una mesa que tenía humo y velas apagadas como cuevas. Miré a Benigno y él me miró a mí. Tazio encendió un pitillo.
- Bueno, ¿qué queréis? -dijo la medium levantándose. Se acercó a la mesa y puso su mano sobre mi hombro. Estaba húmeda.
- Señora, queremos hablar con los poetas del futuro.
- Yo solo hablo con muertos, chicos.
- Los que no han nacido también son muertos.
- No.
- Sí.
- No.
- ¿No puede al menos intentarlo? -dijo Tazio con su voz más mafiosa. El cigarrillo le colgaba del labio. Sacó un billete y lo lanzó sobre la mesa.
- Tengo que consultarlo con mis colegas -contestó ella. Se marchó por una puerta lateral.
- Dale un poco de cocaína a uno de esos pájaros, a ver qué pasa -dijo Benigno.
Cayó desplomado.
- Ya estoy aquí -anunció ella-. Vamos a intentarlo.
Nos cogimos de las manos y cerramos los ojos. Poetas del futuro, dijo ella, decidme vuestros versos. Los pájaros se callaron. Sopló una brisa. Estuvimos en silencio cinco minutos.
- Ya está -dijo ella al fin.
- ¿Y bien? -dije yo.
- Aquí pasa algo raro -dijo ella.
- ...
- No contesta nadie del futuro.
- ¿Qué? -dijimos espantados.
- ¡Que no hay nadie!
- ¿Cómo es eso?
Ese fue el primer indicio que tuvimos de que el mundo se iba a acabar. Lo dijo ella, como si no importara mucho la cosa: el mundo se va a acabar pronto. Y no quedará nadie. Dimos un respingo. Salimos de allí rápidamente. Nos quedamos cinco minutos alucinando junto al río. Ahora que éramos los únicos que sabían que el mundo se iba a ir al traste, se supone que teníamos que hacer algo para impedirlo. Pero qué, si sólo éramos poetas.



6 comentarios:

  1. No me esperaba este tam tam de los caníbales apocalítico. Ten cuidado con la segunda venida. Ten cuidado.

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  2. ¿Apocalíptico? ¡Qué brujas son las brujas que auguran un futuro sin poetas. Como siempre de bien Victor.

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  3. http://lacomunidad.elpais.com/la-abadia-de-theleme/2008/10/2/el-milanerismo-apocalitico-elias-contra-baal-

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  4. No quiero futuro sin poetas. "Y cuando yo digo no, es NO".
    Prefiero quedarme con el "Aquí" y "Ahora".
    Como siempre... un placer leerte :)

    Tharsis
    http://mientrasvivimos.blogomundo.com

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  5. Pido perdón a ese amigo tuyo, porque en absoluto pretendí darle una lección de ortografía. Yo no doy lecciones de nada a nadie. Sólo que tengo un portátil nuevo y pequeño que no me deja mucho margen entre ekl aprendizaje de sus maRAVILLAS y el manejo del teclado, como bien se ve. Y eso que he corregido mucho. ¿Apocalìsis está mejor? Gracias.

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  6. (Pero por cierto..! ¿nos olvidamos de San Juan? Miraré El País un día de estos. ¡Hummm!


    Chity

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